Treinta y tres años de Constitución, reformados en tres días. O sea, que no era tan difícl. Ahora vienen los otros, sin justificación a mi modo de ver, echando humo y pestes porque los dos ‘grandes’ han llegado, ya era hora, a un acuerdo. Cierto: se podría haber hecho más democráticamente, pero…no había tiempo. NO es que yo justifique el ‘golpe’, pero sí justifico la necesidad de la reforma –la UE/RFA, que propició nuestro despegue, ahora se cobra la factura– y la urgencia de ponerla en práctica: no valdrá de nada, pero es cosmética, y la imagen-país, en estos momentos, es lo que más cuenta.
Y, por cierto, pedir un referéndum, que la Constitución no exige –¿qué diablos pinta el PNV, que no aprobó la Carta Magna, en este debate?–, es un ejercicio de funambulismo más que de filibusterismo parlamentario. No tiene lógica; más vale que se vayan preparando para otros referenda –¿vale referendums?– como el que exige la modifiaciçón del art. 57 de la Consti (prioridades en la herencia de la Corona). Que, por cierto, no entiendo cómo no se aprovecha la ocasión de esta disolución de las Cortes para plantear esta última reforma, en la que todos están de acuerdo (supongo). ¿Y si doña Letizia –no sé si puede, conste– tuviese ahora un hijo varón?
Personalmente, estoy encantado de este ejercicio de Gran Pacto entre PP y PSOE, y más siendo en vísperas de las elecciones. Que cunda y se extienda a más temas de nuestra avejentada Constitución.
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