El ¿último? debate estelar de Pedro Sánchez



(desde el último debate sobre el estado de la nación solo queda uno de los protagonistas: Sánchez)
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Hay gente relevante en el Partido Popular que asegura que el que comienza este martes va a ser el último debate sobre el estado de la nación protagonizado por Pedro Sánchez. Y existen algunos fabricantes de encuestas que afirman en privado que es casi imposible, analizando todos los datos y las tripas de los sondeos, que Sánchez y el PSOE ganen en unas próximas elecciones legislativas, se celebren cuando se celebren, que será probablemente dentro de algo menos de año y medio. El más importante de los debates parlamentarios, que no tenía lugar desde hace siete años, ha cambiado a todos sus protagonistas menos a uno: Pedro Sánchez. Y puede que sea la (pen)última oportunidad del presidente para brillar frente al acoso de todos.

“Si el debate se celebrase en otoño, el tono y los resultados para Sánchez serían muy diferentes”, admite un diputado del grupo socialista, reconociendo que, a la vuelta de las vacaciones más populosas de la historia reciente, nada va a ser igual “porque va a ser mucho peor”. Para entonces, los benéficos efectos de la ‘cumbre OTAN’ estarán ya olvidados y el precio de la energía, de las materias primas y de los alimentos se habrán concentrado en una inflación insoportable. A ver cómo lidias con eso frente a una decena de portavoces parlamentarios que, sin dedicarte ni un elogio de alivio, se te tiran a la yugular para salvarse ellos.

Porque el caso es que el primer debate sobre el estado de la nación desde 2015 –anda que no han ocurrido cosas desde entonces—se celebra en un estado de ansiedad económica e incertidumbre política bastante alejados de la euforia con la que muchos españoles escapan de vacaciones. Va a ser, cómo no, un combate donde el protagonista tratará de mostrar que todo va bien y su decena de oponentes –incluyendo los ‘socios de la moción de censura’—insistirán en lo contrario: casi todo, o todo, va mal. Y, claro, ahí está lo de los espionajes de Pegasus, que a ver cómo se lo explica el viernes Sánchez a Pere Aragonés; o lo de Marruecos/El Sahara. Y hasta el lanzamiento estelar de Yolanda Díaz, que el PSOE trata de presentar como una oportunidad, pero que es todo un desafío, otro más, a la cohesión del Ejecutivo. Sil olvidar, claro, el pacto de la memoria histórica con Bildu, contra el que la derecha concentra sus cañones.

No espero, la verdad, grandes revelaciones de Sánchez en torno a todos estos misterios y potenciales conflictos sin resolver. Pero sí se esperan, dicen viajeros frecuentes a La Moncloa, algunos anuncios económicos de esos que hacen el titular periodístico de un día y luego, como aquella rueda de prensa sobre las ‘medidas anti crisis’, se van disolviendo en el caos político cotidiano. Creo que el principal partido de la oposición, que tendrá como portavoz a Cuca Gamarra y a un Feijóo obligado al silencio desde un escaño prestado, confía en que ni esos anuncios que pueda hacer Sánchez, ni el talante ‘batallador’ al que seguramente regresará, tengan demasiado efecto sobre las encuestas, que con unanimidad predicen malos tiempos para un PSOE que se agota y se refugia cada día más en los ‘cerebros’ monclovitas, porque en Ferraz no los hay.

Bueno, sí pienso que Sánchez insistirá, porque me parece que está forzado a hacerlo, en que los augurios sobre su declive son meras habladurías de esos ‘enemigos poderosos’, esos del puro y los cenáculos, interesados en desgastarle al margen de las urnas, situando de este modo sus controversias más lejos del plano puramente político y más cerca del del ocultismo. Por todo ello, creo que, aunque no parece ser el tema que ahora más apasione a los españoles, este debate sobre el (mal) estado de la nación debería suscitar el interés de los ciudadanos, no tanto por lo que en él se diga cuanto por lo que se omita, que será mucho más.

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