El último día en el que las portadas se dedicaron a Franco…

Estamos ante un fin de semana que en Cataluña podría volver a ser complicado. Manifestaciones de uno y otro signo. Mucha gente, que no se siente independentista, ve colmada su paciencia, y se entiende: lo ocurrido la semana pasada, la violencia desatada y loca, ha sobrepasado todos los límites. Y ha culminado nada menos que con las críticas del president de la Generalitat a sus propias fuerzas del orden, los mossos. Una demostración clara de que Quim Torra ya no controla la calle, como no controla el Parlament (menos mal, aunque la separación de poderes en Cataluña es una entelequia) ni a su propio Govern. Cataluña corre el riesgo del desgobierno total: ¿quién la puede articular?

De momento, no se ven remedios, al menos en la superficie. Está bien salir a la calle en manifestación, a expresar (pacíficamente, claro) una indignación que estalla; pero eso es flor de un día. Quizá entre bambalinas estén pasando cosas, de cara a echar a Torra de la Generalitat, que es lo urgente. Hay que mirar hacia adelante. Posiblemente, este viernes haya sido el último día en el que Franco, o sea el pasado, ha estado en las portadas de los periódicos, cuarenta y cuatro años después de su muerte.

Hemos pasado la última página de la historia de una época que a mí me pareció más bien negra. Pero, una vez dicho esto, no estoy seguro de que nos estemos asomando del todo al futuro. El panorama, situados ya al borde las cuartas elecciones generales en cuatro años, no me parece del todo alentador; más bien inquietante. El crecimiento económico se estanca, la confianza de los españoles en sus instituciones y en sus representantes decrece (aún más) y la esperanza de los ciudadanos de llegar a una solución a los problemas más acuciantes, con Cataluña en primer lugar, no solo no aumenta, sino que es más bien nula, dicen los estudios sociológicos más solventes.

La campaña actúa en contra de esa confianza, en lugar de a favor. Aún no hemos oído una propuesta constructiva en torno a esa España reformista, a ese regeneracionismo que ponga fin a la atonía política, a la corrupción, a la inacción. La España oficial se nos está quedando vieja, por mucho que hayamos puesto una nueva losa al pasado. Y nuestros líderes políticos, que no están dando la talla, no están aprovechando sus comparecencias más o menos mitineras –todo es mítin, en realidad…– para dar la vuelta a la situación. Están en la coyuntura, en la exhumación de ayer, en la manifestación de mañana. ¿Qué nos espera? Ay, si al menos ellos, quienes aspiran a representarnos, a que les votemos y les paguemos, lo supieran…

fjauregui@educa2020.es

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