Nunca me he sentido partidario de anticipar las elecciones, contra lo que proponían el Partido Popular y bastantes comentaristas; no me parecía que una disolución de las cámaras inmediatamente después de los comicios locales y autonómicos del 22 de mayo significase una solución a los problemas económicos, sociales e institucionales que tiene planteados el país. Al fin y al cabo, me decía, estando fijadas las elecciones generales para mediados de marzo, ¿qué se consigue adelantándolas a, por ejemplo, octubre? ¿Ganar cuatro meses? ¿Para qué? Pero ahora, viendo las previsiones de las encuestas, justo en el día en que comienza oficialmente la campaña, pienso que tal vez la fuerza de los acontecimientos obligue, si los resultados son como dicen los sondeos, a trastocar todos los planes.
Ya sé que no hay por qué creer a pies juntillas en las encuestas, falibles como todo en esta vida. Pero qué duda cabe de que el péndulo se inclina ahora hacia las posibilidades del Partido Popular. Y un mapa autonómico y local teñido de azul-Génova, con una severa derrota de los socialistas en puntos tan clave como Castilla-La Mancha, Barcelona, Sevilla o incluso (según el sondeo del CIS) quién sabe si Extremadura, haría muy difícil proseguir con la gobernación de España: un PSOE desmoralizado, cuyo comité federal estuviese plagado de personajes recién derrotados en las urnas, acaso sometido a unas primarias desgastantes, con un líder que ya ha anunciado que no piensa continuar, se haría muy difícil de gestionar.
Si a eso le añadimos las dificultades de interlocución con el PNV, que sería quien, a la postre –y no gratis, por cierto—tendría que apoyar los Presupuestos socialistas para 2012, se reforzaría la tesis del adelanto electoral.
Claro que, para despejar la incógnita, habrá que esperar a esa noche del próximo día 22, que será una ‘noche de los cuchillos largos’…o no. En este cuarto de hora, cuando ya se ha dado el pistoletazo de salida oficial para que comience la campaña electoral más decisiva en años, solamente me queda constatar la desmoralización patente que en las filas socialistas cunde ante los sacrosantos sondeos, una munición letal de la que vamos a tener bastantes muestras en los próximos días.
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