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(estas niñas han hecho más por la Monarquía que muchos borbones y habsburgos. Veremos)
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De las muchas imágenes que han asaltado la atención del periodista esta semana, tan pródiga en noticias, he seleccionado la de la princesa de Asturias, doña Leonor, presidiendo el desfile militar, a la derecha de su padre el Rey, el día de la fiesta nacional. Los comentarios avizor de los periódicos no han sido ajenos a este lugar privilegiado de la heredera de la Corona de España, en momentos en los que la máxima institución del Estado sufre embates sin cuento procedentes del secesionismo catalán. Y es que doña Leonor significa la continuidad constitucional, la estabilidad del sistema. Nada menos.
Esa frágil niña, de mirada penetrante, sigue siendo una gran desconocida en España y fuera de ella, lo que considero, personalmente, preocupante. Un embajador con el que charlaba en la recepción de este viernes en el Palacio de Oriente me hacía notar la escasa presencia de la heredera, cuyo nombre el diplomático –europeo—no recordaba. “Ella se llama Leonor”, le dije, tras aventurar mi opinión –él lo dudaba—de que sí, ella llegará a ser la cuarta mujer que, tras Isabel la Católica, Juana de Castilla e Isabel II, logrará reinar en nuestro país.
Lo logrará…si todo se hace bien, claro. La inestabilidad política española se cronifica, y no precisamente porque manifestantes más bien afectos a la derecha opositora abucheasen a Pedro Sánchez en el desfile del 12 de octubre, ese desfile que co-presidía Leonor. No ha gustado a los manifestantes, sin duda, la otra ‘imagen estrella’ de la semana, esa en la que Pablo Iglesias, casi como gobernante adjunto, firmaba la propuesta de Presupuestos –bueno, más bien la propuesta de programa electoral conjunto—con Pedro Sánchez en La Moncloa. Esos Presupuestos, en mi opinión, tienen aspectos positivos (y algunos negativos, pero no es este el momento del análisis), pero tampoco ese pacto entre el PSOE de Sánchez y el Podemos de Iglesias garantiza la estabilidad futura que empiece a pavimentar el camino de la estabilidad política del Reino de España que habrá de acoger el reinado de doña Leonor de Borbón Ortiz. Y tampoco creo que a algunos de los que hoy sustentan en difícil equilibrio el Gobierno de Sánchez, comenzando por Pablo Iglesias, les gustase mucho eso del ‘Reino de España’, ya sabe usted.
No, España mañana no será republicana, creo. Pero la Monarquía española necesita un plan de comunicación, más allá de llevar al Tribunal Constitucional la resolución –papel mojado—del Parlament catalán reprobando al Rey y calificando a la Monarquía de “caduca y antidemocrática”. Que Torra y compañía se lo vayan a decir a los suecos, a los daneses, a los británicos, a los holandeses. Pero esos mensajes, claro, deberían salir de La Zarzuela, no de unos modestos columnistas de periódicos.
Desde esa perspectiva, debo confesar que me pareció un error que doña Leonor, que cumplirá trece años el día 31 de este mes de octubre, no intervenga este año en la ceremonia, que siguen millones de personas, de los premios que llevan el nombre de la Princesa de Asturias y que se celebrará el próximo viernes en Oviedo. ¿Quién tiene miedo a mostrar a esta niña que ya está cercana a dejar de serlo y que, me cuentan, está adornada de numerosas cualidades intelectuales, entre las que la oratoria no parece ser la menor? ¿Excesiva prudencia maternal, comentan?
No lo sé, pero creo que la Corona tiene que ganarse la permanencia en el trono casi cada día, sin perder ni una sola oportunidad. No hay demasiado tiempo para afianzar un sistema, un régimen si se quiere, sometido a excesivos zarandeos. Sin dramatismos, pienso que la situación, sin llegar a ser grave, es cuando menos delicada y los tiempos que a veces se manejan en La Zarzuela puede que tengan puestos los prismáticos en un horizonte demasiado lejano, cuando a lo mejor lo que se precisan ahora son lupas.
fjauregui@educa2020.es
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