Ella

‘Ella’ se ha erigido en la representante de todas, todas, las mujeres. O, bueno, de todas las que no sean las que van a la manifestación con el PP. ‘Ella’ pelea por lo bajo con la otra, que también quiere la exclusiva de la representación femenina, y tener bajo su pancarta este domingo a más personas que nadie. Pero a mí la que más me inquieta es ‘ella’, ascendida a un ministerio por méritos y exigencias de otro, su pareja, no por sus méritos propios, que aún están por demostrar, mire usted su currículum. Y eso no es feminismo, me parece; es, creo, más bien lo contrario.

He visto la fotografía de ‘ella’, que anteayer como quien dice tuiteaba ‘los borbones, a los tiburones’, ejerciendo de dama de compañía de la reina Letizia: si tiene usted la oportunidad, estudie el rostro de ‘ella’, altanera, encantada de estar ahí, en la pomada, y más en estos tiempos de inquietud para la Corona. Quién se lo iba a decir a su madre, que la chica llegaría tan lejos: en el mismísimo epicentro de la pomada.

‘Ella’ se ha erigido en la campeona de la igualdad, o más que igualdad, como si los demás no hubiesen, no hubiésemos, hecho nada en todos estos años para ir lográndola. Parece que, hasta que llegaron ‘ella’ y las suyas, al grito de ‘borrachas y solas’ o no sé qué otros eslóganes provocadores, bobos, nadie había hecho nada por desbrozar el reino de la desigualdad y la injusticia del que partíamos hace ya muchos años.

Estoy de acuerdo, aun con sus imperfecciones técnicas, con toda ley que ensalce un espíritu de igualdad. Faltaría más. Pero no quiero que nadie se apropie de esa ley, de ninguna ley. Y menos ‘ella’, soplando su tarta con velitas en el despacho ministerial, con sus amigas del alma, de guateque. Que es lo que la política española no es, ni debe jamás ser: una fiesta, y menos un festín. Ella, que juega a ser la nueva y joven Pasionaria –sí apunta, es cierto, maneras de buena parlamentaria, a lo que llegará con el tiempo y con una cierta dosis de madurez que le falta a ojos vista–, no puede enseñorearse de una celebración tan importante como el día de la mujer, ni hacerse con la exclusiva de la igualdad –ni siquiera repartida esta exclusiva con la otra, teóricamente su superior jerárquica, a la que quiere quitar el cetro–.

Puestas así las cosas, para mí este domingo jubiloso va a ser un día políticamente triste. Porque ‘ella’ lo va a acaparar todo, todo.

fjauregui@educa2020.es

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