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(regresarán bronceados, pero ¿con alguna idea nueva en la cabeza?)
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El propio Rey, en una declaración sin precedentes en Marivent, sugirió que habrá noticias (relacionadas con la investidura de Pedro Sánchez, claro está) este agosto. Ahora, cuando entramos en la recta final del mes de vacaciones por excelencia, tiene forzosamente que haber noticias, tras unas semanas de alarmante silencio en las que hasta hemos dejado, por hartazgo, de pronunciar y escribir la palabra maldita: investidura. Confiemos en que las novedades que se nos anuncien no sean más de lo mismo; o sea, que no hay novedades y que ha empezado la cuenta atrás hacia otras elecciones y que damos un nuevo paso hacia ese fracaso colectivo.
Sí, pero ¿de qué noticias hablamos? ¿Se traerá Sánchez de Doñana algún conejo en la chistera?¿O descubriremos que no hay chistera alguna?¿Se apeará Pablo Iglesias del Gobierno de coalición y ordenará a los diputados de Podemos que apoyen, casi gratis total –esta gratuidad que luego puede salir muy cara—la investidura del socialista?¿Y en las bancadas de la derecha? Quizá este mismo lunes, en la toma de posesión de Isabel Ayuso, la estrella fugaz de la política este verano, un reaparecido Pablo Casado nos cuente cuál ha sido el fruto de sus meditaciones estivales. ¿Y Rivera?¿Qué se hizo de Rivera?¿Continuará con su estéril rumbo del ‘no es no’?¿Y los secesionistas catalanes? ¿Y…?
Uno, que obviamente no tiene las respuestas a tanta pregunta, ya no sabe cuáles serían las noticias buenas, cuáles las regulares y cuáles las malas. Pero sospecho que ni el propio Pedro Sánchez, que debe de haber estado colgado al teléfono estos días de silencios oficiales, sabe aún si va a poder resultar investido en el mes que nos queda de plazo legal o si, por el contrario, permanecerá como presidente del Gobierno en funciones hasta los inicios de 2020, porque ha tenido que convocar elecciones para noviembre.
Y eso, suponiendo que las tales elecciones no prolongasen la situación de incertidumbre y provisionalidad que vivimos desde diciembre de 2015: cuatro años en los que habrá pasado de todo lo imaginable y, especialmente, lo que nunca nos atrevimos a imaginar, en la política española. Eso no lo mejora ni Salvini. Ni aquel Estanislao Figueras al grito de “estoy hasta los cojones de todos nosotros” antes de renunciar a la presidencia de la efímera República, corría el año 1873, y largarse en el primer tren a París. La Historia ha sido muy dura al analizar aquellos tiempos; no será menos implacable cuando tenga que pasar revista a este cuatrienio negro que atravesamos. Y a sus principales protagonistas. A menos, claro, que nos vuelvan, además de bronceados, llenos de buenas noticias, lo cual es algo que, me temo, tanto usted como yo nos permitimos dudar.
fjauregui@educa2020.es
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