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(Rajoy se crece entre los palmeros y las palmeras)
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Reconozco que, con todas mis prevenciones a sus políticas, a algo de lo que hace y, sobre todo, a lo mucho que no hace, admiro a Rajoy por, al menos, una cosa: su impasibilidad ante el temporal. Le vimos este domingo clausurando una convención del PP, que había estado rodeada de circunstancias desastrosas, como si aquello fuese el cierre de un acto triunfal para su partido. Cuando al PP le va bien, le va bien a España, dijo, entre aclamaciones de más de un millar de los suyos que siguen creyendo en él pese a las encuestas, a los clamores de los pensionistas… O pese a lo que –muy, muy preocupante—está ocurriendo en Cataluña. Y pese también, claro está, a esa fuente de conflictos internos que es, perdón por el mal juego de palabras, Cristina Cifuentes, que fue quien se llevó los titulares más controvertidos en la convención que los ‘populares’ celebraron este fin de semana en Sevilla y que Rajoy clausuró de manera vibrante: por lo visto, todo va bien.
La clausura de la convención se ‘celebró’ –empleemos este término convencional—con la encuesta publicada en un periódico nacional que consolidaba el descenso del PP y de la figura de Rajoy en la apreciación del electorado. Y con los ‘tambores de guerra’ que nos llegan desde Cataluña, donde andan preparando una movilización muy masiva, glub, para el próximo día 15. Y con nuevos alegatos contra la presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, que se hizo fuerte en Sevilla, quién sabe para cuánto tiempo. Y, desde luego, claro que en el discurso de Rajoy debió pesar esa brecha que se ha abierto con Alemania a cuenta de la impertinente aparición de la ministra de Justicia germana, la socialdemócrata Katrina Barley, lanzando un misil verbal contra la Judicatura española (¿o era contra el Ejecutivo español?).
Pero el caso es que a Rajoy, perfectamente encorbatado entre los suyos, que son muchos y no dejan resquicio a las dudas sobre si le apoyan o no, parece que nada de esto le afecta. Siempre que tiene oportunidad, lanza a sus gentes –y a los demás—el mismo discurso: hay que ver todo lo bueno que hemos hecho, lo bien que marchan las cosas y lo poco que nos entienden. El piensa que esto funciona y la verdad es que, hasta el momento, básicamente funciona. Lo que no sé bien es si seguirá funcionando mucho tiempo, porque la coyuntura ha cambiado no poco, y ahí está ese tema catalán, al que el presidente del Gobierno central parece otorgar una importancia secundaria, amenazando con arrasar hasta el prestigio internacional de un país que, como España, ha hecho bien sus deberes en el tiempo exigido, pero y eso qué.
Sí, en los pasillos del hotel sevillano donde la convención tuvo lugar se oyó hablar mucho y mal de Puigdemont, de Torrent, que ya va por el cuarto intento de investir a alguien, casi a quien sea, como president de la Generalitat. También se oyeron improperios contra los socialistas, que ahora quieren imponer una moción de censura a Cifuentes –se acusaba al PSOE de haber ‘fabricado’ el caso del master contra la presidenta de la autonomía madrileña–. Naturalmente, hubo ‘leña verbal’ contra Podemos…y también algunos periodistas recibieron su ración de plomo en los corrillos ‘populares’, donde, hay que reconocerlo, los informadores son acogidos con cierto respeto distante.
Lo que no se escuchó fue autocrítica alguna. Lo que dicen los periódicos extranjeros acerca de la nula capacidad de diálogo de Rajoy y su Gobierno, que por allí andaban tan pichis los ministros, resbalaba sobre la dura piel de la convención, organizada, por cierto, cuando todo parecía que iba a mejor, por y para los ‘populares’. Ahora todo va a peor, y el discurso triunfalista y esperanzador de Rajoy temo que no va a cambiar mucho las cosas.
Porque, en fin, hétenos aquí ante una semana en la que nuevamente podría pasar de todo. En Cataluña, en Berlín, donde Puigdemont tiene ahora su asiento, en el Parlament catalán y en las instituciones españolas, concretamente en la Judicatura, sometida a presiones como quizá nunca antes lo haya estado. Son muchas las cosas que podrían estallar súbitamente. Pero ahí estaba Rajoy en Sevilla, dispuesto a no cambiar ni su talante ni su talento, arengando a los suyos: todo va bien, todo lo hemos hecho bien, así que para qué andar con cambios, total porque a Torrent se le ocurra tratar de investir de nuevo a Jordi Sánchez, o vaya usted a saber a quién, y porque a una ministra alemana le haya sentado mal el desayuno. Volvemos a las andadas, y es que en Europa nos tienen envidia y Sevilla tiene un color especial, por lo que no conviene aguar la fiesta profundizando en desastres venideros que son cosas de, Mariano dixit, “parlanchines”. Y la lluvia, entretanto, seguía cayendo en España, para bien del campo y los embalses.
fjauregui@educa2020
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