Sí, estoy enfadado. Y mucho, por cierto. Como periodista, como ciudadano, como contribuyente y como convencido de que la modernidad pasa por lo digital. Y excluir a los medios digitales de la agenda de la comunicación oficial que elabora Presidencia del Gobierno es un desatino, además de una arbitrariedad. Me confieso autor del siguiente editorial que se inserta en mi periódico. Os pido un poco de paciencia para leerlo, aunque sea algo largo; seguro que compartiréis mi cabreo.
Editorial
Estamos enfadados con La Moncloa
Diariocrítico.com, ociocritico.com, turismodiario.com y siete cabeceras iberoamericanas merecerían un trato diferente. Lo mismo que los veinticinco trabajadores de esta casa, dieciséis de ellos periodistas titulados, entre España y nuestras siete delegaciones en otros tantos países de América Latina. Contamos con varios miles de visitantes –no vamos a presumir aquí ahora con cifras que alguien pudiese reputar como exageradas—y con algunos millones de páginas vistas cada mes. Nos enorgullecemos de contar con algunos de los mejores colaboradores de la prensa diaria, procedentes de todos los sectores ideológicos. Esta es, qué le vamos a hacer, nuestra realidad.
Y, sin embargo, la secretaría de Estado del Portavoz no nos juzga merecedores de figurar en la agenda de la Comunicación que se está imprimiendo para 2007. Como tampoco figuramos el año pasado, cuando una decisión arbitraria del entonces secretario de Estado, el nefasto Miguel Barroso, suprimió despectivamente de la agenda a toda la prensa digital, equiparando a todos por igual en una decisión que pretendía poner puertas al campo. Nosotros no somos prensa de partido, ni recibimos subvenciones ocultas de nadie, ni nos dedicamos a otra cosa que a la información, ni tenemos otros ingresos que no sean los derivados de la publicidad visible. Y estamos al día en el pago de nuestros impuestos, como cualquier otra de las empresas que sí van a figurar, porque son medios ‘tradicionales’, en la dichosa agenda, que es donde público, fuentes y anunciantes buscan a los medios de comunicación. Con lo cual se está causando a Diariocrítico.com, a sus medios derivados y, por cierto, a toda la prensa digital –aunque nosotros no queremos erigirnos en defensores de colectividad alguna—un notabilísimo perjuicio.
Que Barroso, con su injustificable e ignorante decisión, decidiese suprimir de un plumazo a toda esa incómoda caterva que son los medios digitales, quizá en un intento de silenciar bocas presumiblemente críticas, era intolerable entonces y lo sigue siendo ahora, cuando Barroso vive retirado en la cómoda poltrona oficial de la Casa de América. Una manera, ya decimos, de silenciar a medios que pueden o no ser incómodos, aunque bien que fomentó él luego la irrupción de un diario digital férreamente afín –es su derecho, el del diario, no el de Barroso, claro—a los socialistas y al Gobierno.
Argumentar, como sabemos que él argumentó, que “todos los digitales están vendidos al PP”, que son poco rigurosos, que son manipuladores o que no están integrados por verdaderos periodistas, es algo que solamente muestra la arbitrariedad, la cerrazón y la miopía de quien tales cosas argumentaba, olvidando aquello de que generalizar es cosa poco lúcida. Y acaso manipuladora, circunstancia que poco extrañará viniendo de quien viene. No podemos negar que hay de todo en la viña del Señor –como en la prensa de papel, en la radiofónica y hasta en la televisiva; claro que la prensa digital es más joven y, por tanto, más inexperta–, pero hay casos y casos y nos ufanamos de que este periódico, que tiene bastantes más visitas que compradores algunos periódicos incluso capitalinos, reúne todos los requisitos para ser eso: un periódico serio, libre, independiente y tan veraz como es posible serlo, teniendo en cuenta que la verdad nunca es unívoca ni única. En fin, señor Barroso: que ni vendidos al PP, ni, por supuesto, al PSOE o a algún otro. Etiquetar es fácil o fraudulento y, en todo caso, un poco canalla, con perdón.
No queremos cargar a los actuales responsables de la Secretaría de Estado con las mismas culpas que a Barroso, porque entendemos que ni comparten su arbitrariedad, ni sus malos modos, ni su oscurantismo. Simplemente, anunciamos nuestra intención de defender nuestro derecho, llegando ante los tribunales si preciso fuere. Porque el caso es que, con o sin el dictamen pedido a la Asociación de la Prensa en su día –más de dos años hace de esto, y ni un solo paso adelante se ha dado–, nosotros seguimos fuera de esa agenda oficial, elaborada con fondos públicos, que es la que se está imprimiendo ahora mismo por instrucciones de La Moncloa. Que, por cierto, puede que no sea la instancia más adecuada para ejercer este tipo de funciones.
Nosotros, en todo caso, no queremos perder, al menos, el derecho al pataleo. Ya veremos si, además, recuperamos otros derechos que creemos que nos asisten.
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