TODO TSUNAMI político, sean unas elecciones o una moción de censura triunfante, supone que centenares -al menos- de personas se quedan en el paro y que otras tantas ocuparán los despachos de los primeros. Parece que esta consideración podría ser secundaria, pero no lo es tanto: la toma de los despachos es, y bien que siento decirlo, uno de los elementos motores sustanciales de todo cambio político. Luego vienen los talantes, los talentos, los programas, la táctica y las estrategias. La verdad es que ignoro cómo va a resolver Pedro Sánchez todos estos aspectos; pero sí sé que habrá algunas salidas de despachos que celebraré, otras que lamentaremos y, en el sentido de ida, ocurrirá lo mismo. Es el cambio, en el fondo. Gente ilusionada que llega -yo estoy, personalmente, por el cambio; tendré que considerar demoradamente si por ‘este’ cambio- y personas desengañadas que se van, tras intentar tapar los boquetes por los que se fue el agua de la poltrona.
Puede que Mariano Rajoy ganase dialécticamente el debate, pero posiblemente perdió la moción y, con ella, el sillón en La Moncloa. Espero que Sánchez, que es quien al fin vería cumplidos sus sueños de ocupar el despacho monclovita, «que no es oval, pero que vale un huevo», como me dijo, en cierta ocasión, un jocoso Adolfo Suárez, lo merezca. Tiene ante sí unas tareas mucho más importantes que la lista de ‘despachables’, de nombrar a esos segundos escalones que ostentarán, cierto que sin haberlo merecido en las urnas, el Poder. Con mayúscula, que es como todo poderoso, o aspirante a serlo, escribe la palabra ‘poder’.
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(No, no llamo estúpido a Rajoy. Simplemente, utilizo la famosa frase de James Carville, asesor de Clinton. Quevedo y yo publicamos un libro, me parece que bastante premonitorio, titulado ‘Es el cambio, estúpido’, que disgustó bastante a Rajoy)
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No soy capaz, a través de las intervenciones parlamentarias este jueves del secretario general socialista y casi seguro inminente presidente del Gobierno, de adivinar por dónde irán sus primeros y siguientes pasos. *Cómo hará frente al problema catalán, a la desestructuración institucional de España, a las desigualdades crecientes, al descrédito acumulado por la clase política, incluyéndole a él en este capítulo? Confiemos en que pueda ilusionar a los ciudadanos. Una vez, hace casi cuatro años, escribí algo que concluía con un «Pedro, no nos falles… más». El leyó el artículo publicado y pareció divertido: «No, no te fallaré». Luego, la verdad, creo que sí nos falló. Le queda solo una oportunidad. Este viernes puede triunfar, pero puede ser la suya una victoria pírrica si no entiende que de aquí no salimos con míster Hyde-Frankenstein, sino con doctor Jekeyll-coalición, quizá de centro-izquierda. Pero claro, a estas alturas lo único que se sabe, o se sospecha, es que cientos de personas van a abandonar sus despachos para que otros los ocupen. Es la política, estúpido.
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