España, un gran país, pese a todo…

Si hay algo que me irrita, permítame esta reflexión posveraniega, es esa pasión con la que los habitantes de este país nos dedicamos a denigrarlo. Como si decir que España es una gran nación, que la marca España sigue, pese a todo, vendiendo, fuese hacerle el juego a un Gobierno decepcionante o colocarse frente a una oposición no mucho más ilusionante. Las dificultades, la incapacidad de una parte de nuestra clase política y la molicie de una parte de nuestra sociedad civil, que de todo hay, no pueden ser los árboles que nos impidan ver el bosque: sé que no está de moda decirlo, pero me siento cada día más orgulloso de ser español y creo que, con todo, merece la pena habitar esta vieja piel de toro y esforzarse por mejorarla.

Decía Unamuno algo que sin duda muchos lectores habrán comprobado en estas vacaciones que se nos están yendo: que el carlismo se cura viajando. Entendiendo por carlismo esa actitud un tanto cerril del ‘Santiago y cierra España’, que, sin embargo, ve todo lo bueno allende nuestras fronteras y todo lo malo de Pirineos hacia abajo. Y no: aquí hay infraestructuras importantes, una clase media pujante y una capacidad diplomática nada desdeñable, entre otras cosas.

Por citar algo de lo último: ya digo que hoy no quiero hacer política, sino un amago de sociología, y pienso que debemos alegrarnos, por ejemplo, cuando los cooperantes secuestrados por Al Qaeda regresan sanos y salvos, en parte gracias a las gestiones de un Gobierno poco explícito, en parte gracias al silencio con el que desde los medios hemos cooperado al final feliz. ¿Que ha habido que pagar un rescate? Pues claro; lo importante ahora sería impedir que los secuestradores disfruten de ese dinero. ¿Que seguramente ha habido que hacer concesiones al injusto monarca alauita a cambio de otro período de tranquilidad en Melilla? No me cabe duda: es la esencia de la política (y de la vida), donde la negociación debe de convertirse en un buen negocio, aunque también lo sea, ay, para la otra parte. Los maximalismos, en política interna o exterior, son siempre malos y tendemos a utilizarlos con demasiada frecuencia.

Lo importante, me parece, es tener la seguridad de que siempre hay alguien en la mesa negociadora, provisto de palo, cañones y zanahoria para cuando convenga utilizar unos u otra, pero que ese alguien está de nuestro lado de esa mesa. Como es importante saber que los trenes son limpios y puntuales, que las carreteras constituyen una red viaria envidiada en bastantes países de Europa, que los bomberos acuden, con medios suficientes, a apagar los fuegos, que los aviones despegan y –la mayor parte de las veces— aterrizan a su hora prevista, o que la luz se enciende siempre que das al interruptor. Y eso lo tenemos básicamente garantizado, lo mismo que una asistencia sanitaria suficiente o una educación universal a la que solamente la incompetencia de gobierno tras gobierno ha impedido tener una estabilidad conveniente.

Sé que no puede pintarse un panorama idílico cuando son tantos los problemas por los que atraviesa una parte importantísima de la ciudadanía, o cuando desde los gobiernos se hace instalar sobre nuestras cabezas una preocupante inseguridad jurídica. Ya digo que la gestión de los bienes de la ‘empresa España, S.A’ no siempre ha sido, ni es, la adecuada; tampoco la crítica a esa gestión ha sido siempre, me parece, del todo acertada, por exceso o por defecto.

La cosa es que los españoles somos, como tantas veces me dijo el ya entonces ex presidente Adolfo Suárez, un pueblo bastante fácil de gobernar: somos poco exigentes con nuestros representantes y nos dejamos, no pocas veces, dar gato por liebre. Uno de esos gatos tengo la impresión de que es el catastrofismo que adorna tantos comentarios y actitudes que presentan a España como un Estado en almoneda, cuyas acciones valen poco en el mercado internacional. Y, si me permite, por una vez, cruzar los dedos ante el otoño temible que sospechamos, le diré que esta devaluación virtual no es sino una mala actitud colectiva, una especie de idiosincrasia que deberíamos desterrar. Creo, más bien, que la recuperación de un sentido constructivo y laborioso del Estado será un factor esencial para el comienzo de una efectiva recuperación económica. Y también, por cierto, moral, que buena falta nos va haciendo.

11 respuestas

  1. Ya sabe aquello de Bartrina: «Oyendo hablar a un hombre, fácil es / acertar dónde vio la luz del sol;/ si os alaba Inglaterra, será inglés, / si os habla mal de Prusia, es un francés,/y si habla mal de España, es español».
    Así que tenga cuidado, Don Fernando, no lo vayan a acusar de antipatriota, o incluso de agente extranjero, de la misma Austro-hungría, sin ir más lejos.
    Saludos. 🙂

  2. Creo que todo eso que vd denuncia tiene que ver con hecho de que, cada vez
    más, está calando en la gente ese estigma que dice que no debemos sentirnos
    demasiado como NACION. Y que le voy a contar de nuestra bandera. Ya sabe,
    el que sienta todo eso es un FACHA (eso dicen)

  3. Sus dos primeros párrafos podría perfectamente suscribirlos. Es a partir del tercero donde comenzamos a tener problemas.

    Me alegro, como no, de que los cooperantes hayan regresado a casa. Pero, una vez a salvo, es hora de saldar las cuentas.

    Estos señores se internaron en carreteras de Mauritania desoyendo la recomendación del Gobierno, dirigida a cooperantes y turistas, advirtiendo de la peligrosidad de esa zona y de la inconveniencia de internarse allí.

    En cuanto desoyeron la recomendación del gobierno, la responsabilidad absoluta de sus actos es de los cooperantes. Y los costes derivados de su aventura, también. Por tanto, creo que debo exigirle al gobierno, que custodia y gestiona mi dinero, que solicite la restitución inmediata al erario de todo el dinero egresado del fondo común de todos los españoles para traer a estos irresponsables de regreso a casa.

    Me resulta curiosa su certeza de que en la mesa de negociaciones hay alguien con cañones, zanahorias y palo, de nuestra parte. Don Fernando, vistos los resultados de nuestras políticas con Marruecos, me parece que el tiranillo ya se ha dado cuenta de que vamos a las negociaciones solamente con zanahorias, sonrisas y unas ganas locas de que seamos amigos.

    Finalmente, don Fernando. Los españoles estamos unidos solamente por el fútbol y por la tarjeta del Corte Inglés. Es imposible que tengamos confianza en una entidad representada por unos símbolos despreciados por la mitad de los «socios». Y sin esa confianza, no habrá ni progreso ni revalorización de nuestras acciones.

    La marca España es, efectivamente, más cotizada en algunos países extranjeros que en nuestro propio país. Y en eso tiene que ver la formación, la educación, y, como no, la política. Yo no creo que existan en otro país medianamente cuerdo, partidos políticos con objetivos manifiestamente inconstitucionales, como es la secesión. El que nuestro sistema permita semejante mamarrachada, a medias ya consumada, nos convierte en inestables, inseguros, sin confianza en el futuro como nación. El que nuestro país se haya convertido en 17 mercados diferentes, con diferentes regulaciones, hacen que no sea demasiado interesante invertir en este desquiciado territorio.

    Hace poco leí un artículo muy interesante en que los fabricantes de máquinas «tragaperras» exponían sus dificultades para operar en un sector con 17 diferentes regulaciones, derechos, impuestos, tasas y requisitos para sus máquinas. Es impresionante el coste que tiene operar en España como si fuese un mercado único.

    Bueno, que me desvío un poco del tema, pero, mientras no seamos una unidad en educación, en derechos, en deberes, en posibilidades, en servicios sanitarios, mientras no asumamos que entre todos debemos entendernos en castellano, mas allá de lo que se hable en la aldea de cada uno o en el Senado, mientras no seamos un mercado, una nación, una sociedad de ciudadanos libres e iguales, no habrá recuperación económica, ni moral, que también hace falta.

    Iremos hacia atrás, involucionando, hasta que volvamos a ser un conjunto de paupérrimos estaditos muertos de hambre.

    Un saludo don Fernando,

  4. http://www.libertaddigital.com/economia/las-tragaperras-todo-un-ejemplo-de-la-locura-normativa-de-las-ccaa-1276396765/

    Don Fernando: Este es el artículo que le comentaba antes. No viene demasiado exacto al caso y las maquinitas de marras no me gustan pero aún así le recomiendo la lectura de este artículo. A usted y a sus lectores. Es impresionante lo imbéciles que somos como nación y la ínfima calidad de los políticos que tenemos, responsables de nuestra estructura, de nuestra legislación y de situaciones incomprensibles como la que se describe en este artículo.

    Y lo más desgarrador es que ejemplos de este tipo, hay por miles.

    Un saludo,

  5. Avatar de Uno de los progres
    Uno de los progres

    Pues yo sí que firmo todos los puntos del post del Sr. Jaúregui y es absolutamente cierto que contra el «paletismo» de unos y el «papanatismo» de los otros, no hay nada como viajar para darse cuenta que los «grandes problemas» que día tras día aparecen el algunos medios, y que presuntamente desgarran a este viejo país llamado España, no lo son tanto para sus ciuidadanos o , mejor dicho, para los ciudadanos que supuestamente los deberían sufrir.

    Esta España ya no es la del siglo XV, pero tampoco la del XIX, así que ya va siendo hora de que nos vayamos enterando y empecemos a apreciarla.

    Y si no nos gusta, ya sabemos: Se toma la constitución y se reforma, que no pasaría nada. Claro que para eso no basta con las tribunas desgarradoras de los catastofistas, sino que hay que tener el respando de la mayoría de los ciudadanos.

    Aquí lo único que no se podía reformar era la famos ley de «Principios del Movimiento Nacional», y vaya si se reformó …

  6. Sobre la percepción que los españoles tenemos de España: somos bipolares.
    Es muy difícil luchar contra una corriente intelectual que, desde hace ya siglos, nos presenta una imagen negativa de España. Como creo que ya dije en otro “post”, y a riesgo de ser repetitivo, que Francia nos sobrepasara a nivel europeo cuando la decadencia del siglo XVII tuvo su correlato en los arbitristas. Que también lo hiciera Gran Bretaña en el XVIII en los reformadores ilustrados. Y que en el siglo XIX, con la independencia de las colonias y cuatro guerras devastadoras en la Península, España quedara relegada a esa categoría que hoy se conoce con el acrónimo “PIGS” y a merced de los Estados Unidos (Guerra de Cuba) fue tan traumático como determinante. De hecho, a principios del siglo XX la representación de la nación española como un organismo enfermo y degenerado surgía no sólo del Desastre del 98, sino también del catastrófico estado sanitario del país; en Bilbao, Sevilla, Cádiz o Valladolid la tasa de mortalidad era once veces superior a la media europea, y comparable a la de Calcuta o Bombay en esa misma época (Magnien, 1991). Los médicos relacionados con la administración sanitaria, como Ángel Pulido, Martín Salazar o Murillo Palacios interpretaban los altos índices de mortalidad infantil y morbilidad como un síntoma de degeneración de la raza. Se hacía además una lectura evolutiva acerca de la supuesta inferioridad de las razas latinas frente a las germánicas, expresada como una degeneración biológica del español. El ensayo de Max Nordau, (1849-1923) “Degeneración”, publicado en 1893, y en España traducido y editado en 1902 popularizaba el concepto, y daba un cierto barniz científico al discurso regeneracionista, que son los que tomaron el relevo a los arbitristas e ilustrados de siglos anteriores. Y es en ese contexto de desprecio y rechazo de lo “español” cuando surgen los nacionalismos vasco, catalán o gallego de los que surgirá el Estado de las Autonomías criticado por Marcos (con el que coincido en este punto).
    Pero como ya he dicho somos bipolares. Porque entonces gana la selección nacional de fútbol el mundial, Fernando Alonso, Nadal et al. O vienen millones de turistas guiris a restregarnos el país tan maravilloso y alegre en el que hemos tenido la inmensa suerte de nacer y vivir. Vienen, incluso, los noctívagos noruegos, ahítos de salmón y ansiosos de paella, Y todos tan contentos.
    Y un último apunte a marcos. Aún estando de acuerdo con muchas de las cosas que dice usted en su “post” creo que los cañones en la mesa de negociación deben ser, siempre, la última ratio, y no por un pacifismo ingenuo o un optimismo antropológico, sino porque de todas las bazas que se pueden jugar al negociar algo los cañones son siempre la más costosa. Mejor la mantequilla (Marlon Brando dixit), especialmente con Mohamed VI.

  7. Estimado «Uno de los Progres».

    Curiosamente, también podría firmar yo su comentario, excepto solamente por una afirmación que no comparto. Dice usted : «……..»grandes problemas” que día tras día aparecen el algunos medios, y que presuntamente desgarran a este viejo país llamado España, no lo son tanto para sus ciudadanos «. Hombre, hay de todo. Hay «grandes problemas» que afectan a sectores específicos, o a territorios específicos, que efectivamente no tienen repercusión en «todos» los ciudadanos españoles.

    Pero, estimado señor; sí que tenemos grandes problemas, que «desgarran» a España, que nos afectan a los ciudadanos de a pié. La locura de nuestra organización territorial afecta a la empresa directamente. Y si la empresa tiene problemas, lo tienen sus trabajadores. Y ahí es donde nos afectan todas estas locuras que estamos perpetrando con un país que ya está agotado y saturado de experimentos. Por ejemplo, las transferencias de competencias en temas de Industria sí que afecta a muchos trabajadores de empresas que no pueden adaptarse al desquiciado mercado español. En mi caso particular, soy socio de una empresa que por sus particularidades específicas no puede operar en Cataluña ni en el País Vasco y en Galicia cada día nos cuesta un poco más. Quizás si pudiésemos operar en esas zonas, tendríamos más trabajadores.

    Y tenemos problemas como el que menciona el artículo que antes he insertado, que aunque no hayan ocupado nunca los grandes titulares, la verdad es que nos hacen la vida bastante más difícil a quienes nos desempeñamos en la empresa privada.

    Bueno, que lo importante es que tanto usted como yo queremos lo mejor para nuestro país, y sería relativamente fácil llegar a acuerdos para superar la difícil situación por la que atravesamos. No entiendo porqué para los políticos todas estas cosas son tan difíciles.

    Estimado Bruno: Aquello del palo y la zanahoria siempre se ha comentado que es la forma de negociar de los Estados Unidos. Unas veces toca uno, otras veces toca otro. A nosotros siempre se nos olvida el palo cuando vamos a conversar con el tirano marroquí, y lo colmamos de zanahorias cada vez que tenemos algún conflicto, excepto cuando lo de Perejil, capítulo curiosamente ridiculizado por parte importante de los ciudadanos españoles.

    Y a Marlon Brando le gusta la mantequilla solamente porque en la escenita de marras no es, por ejemplo, Samuel L. Jackson el que le unta a él con dicho producto. 🙂

  8. Reivindico yo también, desde mi posición de izquierdas, la necesidad de no avergonzarnos de decir que somos españoles. Me gusta mi país, creo que podemos mejorarlo mucho y sé que tenemos la «pasta» anímica para hacerlo.

    Llevo una bandera española en la pechera de mi chaqueta y pierdo mucho tiempo (¿lo pierdo realmente?) explicando a unos, otros y esotros que soy español, no facha y que no debemos permitir que la bandera se la apropien los derivados postfranquistas y neocons peperos (con mis respetos para los peperos de buena voluntad que son legión).

    Si yo fuera presi, con los foquin piratas haría tres cosas:

    la primera es, una vez pagado rescate y recuperados nuestros compatriotas -perdón por disentir con Marcos: tanto da que se hayan metido en zona peligrosa habiendo sido avisados; son de los nuestros- mandaría al CNI, a la Guardia Civil, a los Geos y al Sursum Corda a Somalia: los quiero a todos en el banquillo del juzgado que corresponda y espero verlos condenados a 30 años de cárcel.

    La segunda diligencia que tomaría sería, tras advertir al mando unificado de la OTAN, que nuestro ejército va a proteger a nuestros barcos y que al primer pirata que se acerque le voy a soltar un misilazo que se le van a caer los dientes.

    (Nota de actualidad: hoy 2 números han sido abatidos en Afganistán por un topo del enemigo. Estos hombres y mujeres dan su vida por protegernos y salvaguardar nuestro sistema de vida: deberíamos quererles más, respetarles más y, desde luego, pagarles mucho mejor)

    Y la tercera -incomprensible que nadie la haya tomado todavía!!!- llamaría a todo el equipo de abogados del estado y juristas del gobierno y los pondría pero ya a machacar a pleitos, demandas, querellas y lo que se tercie contra los abogaduchos británicos que intermedian en estas extorsiones. Los tendría en todos los juzgados internacionales, incluyendo el TPI, por cuantas causas jurídicas tuvieran sentido, incluidas la de colaboración con terroristas y delito de lesa humanidad. Puede que no ganara nada en los tribunales, pero tendría a estos buffetes en la Picota internacional, en la CNN, en los telediarios y en los periódicos durante tanto tiempo que se quedarían sin fuerza ni clientes.

    Ufff, lo he escrito de un tirón, vaya vehemencia.

  9. A Pscua:
    Veo que vienes con ganas de polémica al embrión del Club Bloomsbury…Por cierto, yo me reservo el paperl de Virginia Woolf, aunque no pienso tirarme a río alguno para quitarme de enmedio (ni siquiera para nadar).
    Encantado(s) de tu recuperación, y hola

  10. Como decía Napoleón, España es un país de gañanes gobernados por curas.
    Ahora no son curas ( ¿o sí? ) sino intereses mediáticos y grupos económicos. Pero el resultado es el mismo. No hay conciencia crítica, no hay intelectuales, no hay sociedad. Viva Australia !!! (P.D.: lo de Australia no es por que sea muy distinto, sino porque son las antípodas, jejeej)

  11. Me han parecido especialmene interesantes todos los comentarios que figuran en este post, que era mi provocación inicial para tanta reflexión seria y bien fundada.

    Así que Bloomsbury-virtual avanza (¿o estamos ante una generación del 98-on-line?). Reflexionar, debatir, sobre España, aunque sea en este minúsculo espacio (ya iremos creciendo) me parece esencial. Porque estamos ante un cruce de caminos como seguramente no nos hallábamos desde el pase del siglo XIX al XX. Ahora sí que hemos entrado en un nuevo siglo este XXI marcado por el cambio profundo y por una sensación no menos profunda de crisis, económica y de valores.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *