Vista desde los cenáculos y mentideros de la capital, la política española parece un auténtico despropósito. Este martes se inaugura una Legislatura (la decimocuarta) que nadie sabe aún si se va a consolidar en una investidura de Pedro Sánchez, ni cuándo, ni cómo. Aunque lo que todos parecen pensar es que será corta: no parece haber mimbres para consolidar una situación que a todos se les va, se nos va, de las manos. Y, así, este martes, metidos ya de lleno en la ‘cumbre del clima’, algo que debería acaparar todas nuestras atenciones, nos asomamos al abismo de un nuevo encuentro, quién sabe si el definitivo –mi apuesta es que no lo será…aún–, entre el socialismo que nos gobierna en funciones y esa Esquerra Republicana de Catalunya que lo que quiere es gobernar precisamente allí, en Cataluña. Pero no, me temo, consolidar la firmeza de los cimientos del Estado, que es lo que, ingenua o insensatamente, le pide el Gobierno central (en funciones).
Que todos estamos en manos de Esquerra, ese partido presidido ahora por un hombre preso por sedición contra ese mismo Estado, pero que es quien gana las alecciones catalanas, es una obviedad. Que ello resulta peligroso, más obvio todavía. Pero ERC es la quinta fuerza parlamentaria, que resulta decisiva para que el PSOE forme su coalición con Unidas Podemos y pueda llevar adelante la investidura de Pedro Sánchez y resulta necesario, tanto para contar con ella como para forzar mayorías para no tener que contar con ella, tenerla en cuenta. Creo que del PP de Pablo Casado no se puede esperar que eche una mano –este lunes, casado reafirmaba su negativa– a un Pedro Sánchez que, de todas maneras, ya ha elegido mirar hacia su izquierda. Otras sumas ‘imaginativas’ de escaños, para dejar fuera a los independentistas, también me resultan bastante complicadas.
Y este es el preámbulo, la antesala, del inicio de esta Legislatura tras casi cuatro años de práctica parálisis del Parlamento, que está muy lejos de cumplir las funciones de un Legislativo normalizado en un país democrático. Si se llega a constituir ese Ejecutivo de coalición PSOE-UP, vigilado de cerca por una ERC crecida y que sabe que puede lograr mucho de esta situación, sospecho que la decimocuarta Legislatura va a ser breve. Pero consolidará la ruptura con lo que significó la primera Transición de 1978, agrandará la ‘grieta’ en la convivencia nacional de la que recientemente habló, me parece que con desazón, Felipe González. Y, claro, contribuirá al afianzamiento de las ‘dos Españas’. Todo un logro.
Ya sé que, fuera de la Villa y Corte (y este lunes he tenido ocasión de comprobarlo una vez más, ahora en Ciudad Real), las cosas no se ven de manera tan dramática, aunque ni el mejor intencionado de los miopes en la periferia podría afirmar que España vive un momento de normalidad política; nada más lejos de la realidad. El (anti)sistema va devorando a sus propios animadores. Las voces de alarma se multiplican, y ahí está esa llamada de atención de tantos parlamentarios constituyentes, que ven diluirse lo mejor del pasado sin que se arregle lo peor.
Señores, la decimocuarta Legislatura llama a la puerta. Pasen y vean.
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