Flaco favor estamos haciendo los tertulianos a la tolerancia y al sosiego tan caros a la democracia: entre los de ‘La Noria’ y ‘El Gato’ –entre otros, conste–, se premia a esos periodistas, o llámense como se quiera, que tiran la piedra más lejos de la realidad que nadie. Y conste que no me excluyo de la crítica, o sea, que soy autocrítico. A veces pierdo los nervios al escuchar algunas cosas que se oyen.
Claro que tantas veces la desmesura periodística está azuzada por declaraciones desmadradas de los propios políticos. De Aguirre, de Cascos —madre mía, que vuelve Cascos…–, de Pajín. O de chalados como Willy Toledo. Yo qué sé. Ante eso, me congratulo de la moderación que muestran en sus declaraciones tanto Rajoy como Zapatero; me dirán que ellos azuzan a sus segundones para que se lancen a la ‘boutade’, pero la verdad es que no creo que eso sea así: hay quienes, obsequiosos, se lanzan a la barbaridad sin ayuda de nadie.
Pero tengo para mí que los periodistas estamos más bien para apagar los incendios artificiales que para echar gasolina al fuego devorador de la sensatez. Y temo que no estemos cumpliendo con este papel.
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