Fantástico –que viene de fantasía– país aquel en el que nos gastamos un pastón en tren para llegar antes a un territorio que se quiere ir lejos. Surrealista aquel que presenta una película muda, Blancanieves, a la mejor producción en lengua catalana. Quimérica tierra aquella en la que el ministro de Justicia no se habla con los jueces, ni el de educación con los educadores. Legislacvión única la que prescribe que tiene que dar permiso para la consulta rupturista aquel a quien quieren romper. Claro que la ministra de Sanidad, como dice el chiste, se llama Mato, el banquero…etcétera.
En fin, con este equipaje empieza el curso político.
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