Ya digo: entiéndame usted. Otegi me gusta lo justo, más bien tirando a nada. Y creo que tiene que pagar muchas culpas. Pero esta última sentencia a diez años me parece, señora jueza, desmesurada. Otegi ahora no es el etarra o filoetarra que fue; tampoco, claro, un hombre de paz. Pero puede que él y Díez Usabiaga sean eslabones clave hacia el final definitivo de la pesadilla de la banda del horror y del terror. No digo yo que no haya que aplicarle la ley, claro está; lo que digo es que no hay que cargar la mano por lo que ha representado, sino analizar con frialdad lo que representa…
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