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(ahora, acuérdate, Rubalcaba, de que eres mortal. ¿Se acordará?)
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Un sector del Partido Socialista acusaba ‘sotto voce’ al otro sector de ser «el partido de los negocios». La causa, la vinculación con ese sector de personajes ligados al PSOE que se mueven en el mundillo del ‘bussiness’, de la intermediación, de las influencias. Probablemente, en la acusación soterrada latía no poco de malevolencia y de pésima voluntad: ya se sabe que en política hay enemigos, enemigos a muerte y correligionarios. Y los correligionarios del PSOE se han sacudido de lo lindo estas últimas semanas, manteniendo, eso sí, las apariencias más amables y correctas.
Habría que saber, y lo sabremos muy pronto, si ese discurso de izquierda radical, tan hostil a los poderes económicos e institucionales -como la Iglesia católica–, formaba parte del decorado o es el que va a caracterizar la labor de oposición de Rubalcaba. Al fin y al cabo, Chacón, en su discurso, habló de la posibilidad de pactar cosas con la derecha gobernante; Rubalcaba solamente atacó los ‘retrocesos’ del Gobierno del PP, y amenazó con volver a una oposición dura y pura, abandonando -el propio Rubalcaba lo dijo-«posiciones sensatas».
Como Rubalcaba, con una larga experiencia y trayectoria de gobierno, es precisamente una persona sensata, nos cuesta pensar que se tire al monte. Seguramente, cuando el lunes hable con Rajoy, llegarán a un régimen de convivencia que interese a los españoles, no solamente al electoralismo socialista. Y sus palabras en el congreso sevillano se las llevará, en eso confiamos, el viento. Porque ni Rajoy puede instalarse en la contrarreforma permanente ni Rubalcaba -sigue el duelo al sol entre ambos-puede, ni debe, lanzarse a la guerra permanente contra un Gobierno que tiene por delante una cómoda mayoría absoluta y que para nada necesita, hablando en términos matemáticos, pactar ni acordar nada con nadie. Somos nosotros, los ciudadanos, quienes necesitamos esos acuerdos.
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