¿Ha consolidado el Rey la Monarquía?

En la jornada en la que se celebra el treinta y cinco aniversario de la subida de Don Juan Carlos de Borbón al trono de España, permítaseme, para comenzar, una anécdota personal: mientras el Rey hacía su primer juramento en el Congreso, dos días después de la muerte de Franco, yo era detenido frente a la cárcel de Carabanchel, que albergaba entonces a varios presos políticos. Se celebraba una manifestación pidiendo su libertad, en la que participaban varios actores, como Juan Diego o Aurora Bautista, y yo, que había acudido a cubrir informativamente aquella protesta, fui arrestado junto con aquellos ‘famosos’. Naturalmente, como casi todos los que simpatizaban con la oposición al régimen, yo era entonces un ferviente republicano. Treinta y cinco años después, como muchos de aquellos, he cambiado de opinión; me proclamo, aunque crítico con algunos aspectos, monárquico, y no solamente, como algunos se definen, juancarlista.

Las encuestas siguen mostrando, en este treinta y cinco aniversario de aquella ‘toma de posesión’ del jefe del Estado, que empezaba a desmontar las estructuras dictatoriales del Movimiento, un alto grado de apoyo de los españoles a la Corona y a sus representantes, si bien es verdad que los índices de popularidad de la Institución han descendido algo en los dos últimos años. Cierto: ha habido sombras en este período, pero entiendo que ha habido bastantes más luces –la primera de ellas, una estabilidad poco frecuente en nuestra Historia reciente–, por mucho que desde algunos sectores, que se proclaman afectos a la llegada de una nueva República, se ha puesto más el acento en las primeras que en las segundas.

Figuro entre los invariables optimistas que piensan que, tras su delicada operación quirúrgica, Don Juan Carlos, el hombre que ha encarnado la reinstauración de la Monarquía en España, se encuentra nuevamente en un estado de salud lo suficientemente bueno –aunque siempre hay rumores incontrolados para todos los gustos en lo que se refiere a la familia real—como para seguir en sus funciones. Me encuentro, no obstante, entre quienes creen que acaso, para garantizar una transición sin traumas en la jefatura del Estado, habría que ir pensando, sin prisa pero sin pausa, en la posibilidad de una abdicación a medio plazo en la figura del Príncipe, cuyos índices de popularidad, solo ligeramente inferiores a los de su padre, nos permiten pensar en una pervivencia cierta de la Institución.

Pero vivimos tiempos nuevos. Parece ya indudable que estamos entrando en una nueva era política, económica y social, y ni España ni su Monarquía pueden ser una excepción. Se necesitan ideas, estrategias y tácticas nuevas, en las que cualquier asomo de derroche de los fondos públicos va a ser severamente castigado por una ciudadanía empobrecida. No hay valores intangibles y el próximo Rey tendrá que ganarse el puesto cada día, como bien sabe el futuro Felipe VI, aún un relativo desconocido lleno de cualidades de trabajo y rigor, aunque no goce, en la media distancia, de la simpatía personal de su padre.

Pienso, como sin duda lo hace una inmensa mayoría de españoles, que estos treinta y cinco años han sido de libertad y prosperidad, por más que ahora vivamos momentos de nacional-pesimismo; España sigue siendo, aunque algunos españoles se empeñen en expresar lo contrario, un gran país, y esa estabilidad generada por la jefatura del Estado encarnada por Juan Carlos de Borbón ha ayudado no poco a conseguirlo. Ahora hay que dar un salto adelante: pienso que habría que ir pensando en reformas algunos aspectos de la Constitución también en lo que se refiere a la Corona –la sucesión en el trono, concretamente—y en acelerar la sucesión en la persona de Don Felipe, evitándose así algunas de las cosas que están ocurriendo en otras monarquías europeas.

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(en el magnífico trabajo que el equipo audiovisual de diariocritico hace cada día no se incluye este aniversario delRey, con el que, sin embargo, han abierto otros telediarios más ‘veteranos’. Me parece sintomática esta omisión; simplemente, el tema no interesa a los jóvenes, creo. ¿Significa esto mucho? Me parece que sí, y quizá Felipe de Borbón, futuro Felipe VI, debería meditar sobre esto)

[tele=http://www.diariocritico.com/tv/video/9893/video-irlanda-crisis-rescate-mina-china-nueva-zelanda-carlos-moya-debate-cara-a-cara-montilla-mas.html]

(nada: mina china, Irlanda, Nueva Zelanda…Del Rey, nada. Y no es una crítica si hago notar esta ausencia ‘real’: es eso, un síntoma de los tiempos…)

3 respuestas

  1. Sr Jáuregui. No soy monárquico por principios,aunque también le digo que no considero a Juan Carlos I como el principal problema de España. Digamos que votaría NO a la monarquía, pero digamos también que echarla no sería mi principal objetivo en un programa de gobierno.

    Desde un punto de vista histórico hay que reconocer que el rey actual ha contribiuido a la transición y al fortalecimiento de la democracia. Quizá haya sido lógico pagárselo; y con su reinado, pagado queda.

    Nos centramos en el hijo. Personalmente no creo que Felipe VI termine su reinado; pero sí coincido en algo, va a depender de su habilidad política y de su utilidad. Doy por descontada la habilidad de su padre para instaurar y perpetuar la monarquía. Si tiene que ceder el testigo, lo hará. No hay que olvidar que desde 1789, todos los monarcas tienen como objetivo principal, precisamente ese; el de perpetuar la institución, y que Juan Carlos I tiene experiencia en el manejo de coyunturas delicadas.

    Lo que no termino de ver es a Felipe, ni manejando ese tipo de situaciones, ni con el punto popular del padre. Tampoco se si tiene la mejor de sus cualidades – la de saber rodearse de gente buena en los momentos clave -. Como tampoco la tenga,o esun crack de incógnito y hay cosas que se me escapan, o se lo veo complicado.

  2. Es una cuestión de principios, soy republicano por convicción y por muy bien que lo haya hecho don Juan Carlos I, no voy a cambiar. Otra cosa es como se ha comportado este Borbón a lo largo de su reinado. Entiendo que en determinadas ocasiones (las más delicadas) se ha comportado incluso mejor que lo esperado de un Presidente republicano elegido democráticamente. La noche del 23F, en mente de todos fue quizá su consagración en la memoria colectiva de los españoles, que a partir de ahí y salvo casos raros no han cuestionado su reinado en líneas generales. Evidentemente ha tenido claroscuros, pero entiendo que el balance es muy positivo, tanto, que me parecería improcedente y fuera de lugar cuestionar la Monarquía tal y como está planteada. Como diría Felipe González:” que más da que el gato sea blanco o sea negro, lo importante es que cace ratones”. Este gato Borbón, no solo ha cazado ratones, también las ratas del 23F.
    Entiendo que la forma lógica y moderna de organizase una sociedad (la res publica), es el sistema republicano, y en nuestro caso una república federal por razones obvias. El experimento de la I República española fracasó porque no estábamos preparados para ella, demasiadas guerras dinásticas entremezcladas con sublevaciones cantonalistas (aberración del federalismo), que dieron al traste con un sistema que tal y como se planteaba, nos hubiera ahorrado incluso la Guerra de Cuba; en fin, pero eso es historia ficción.
    La cuestión es, ¿se ha consolidado esta Restauración o asistiremos más tarde o más temprano al advenimiento de una III República?. Solo hay que recordar un poco la Historia, Alfonso XIII cayó por su apoyo a la Dictadura de Primo de Rivera; si don Juan Carlos hubiera sucumbido a los cantos de sirena del 23F, probablemente hoy, estaríamos hablando de otra cosa. Por lo demás, creo que hay Monarquía para rato.

  3. Soy republicano, pero no de la república del 36. En realidad, soy demócrata y creo que los ciudadanos tenemos la obligación y el derecho a elegir a nuestros representantes: al alcalde, a los concejales, al presidente de la diputación -por más que es una institución onerosa e innecesaria- a los parlamentarios uno a uno, al presidente del gobierno y, claro, al jefe del Estado.

    Creo, pues, que una república presidencialista es lo lógico. Pero no una al estilo italiano o griego o francés o alemán. A mí lo que me pone es una república presidencialista en la que jefe de gobierno y jefe de estado son la misma persona, con los mandatos limitados y con un poder diverso pero mayor al nuestro en el legislativo.

    Dicho esto, espero un Felipe VI como mínimo tan equilibrado como su padre.

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