Hay cosas más importantes que saber cuándo se va Illa

Sí, en el panorama político hay cosas más importantes que saber cuándo se marcha Salvador Illa del Gobierno para dedicarse ‘al cien por cien’ a su tarea como candidato socialista a la Generalitat catalana en las elecciones que se celebrarán, Dios y los jueces mediante, dentro de veinte días (o no…). Cosas incluso más importantes que saber si Illa ganará, o si ganará Aragonés, o qué será de Puigdemont. Los próximos seis meses están lo suficientemente cargados de incertidumbres, retos y nubarrones muy, pero que muy, negros como para que cada Consejo de Ministros sea lo que me parece que ahora no es: un grupo compacto de personas dedicadas, cada una desde su responsabilidad, a luchar para mejorar las tristes predicciones para un país obviamente desmoralizado.

Seguramente, el increíblemente aún ministro de Sanidad deje de serlo esta misma semana, aunque, todavía más inverosímil y pintoresco, aún no sea segura esa fecha del 14 de febrero para las elecciones. Lo que ocurre es que Illa se va a combatir al independentismo –dicho sea para simplificar—tras haber perdido abrumadoramente la batalla contra el virus: dice que en junio estará vacunado el setenta por ciento de la población, lo cual es una estimación desmentida por algunos informes, que piensan que, a este ritmo, ni siquiera a finales de 2021 se habrá alcanzado ese porcentaje, y eso con suerte. De manera que habrá que poner prietas las filas para evitar algo que, si seguimos con este número (oficial) de contagios diarios, es posible que ocurra: que de aquí a ese mítico junio se hayan infectado siete millones más de españoles y hayan muerto más de cincuenta mil. O sea, sumando los datos ya registrados desde hace un año, para junio el Covid habría infectado en España, en menos de año y medio, a diez millones de personas (casi la cuarta parte de la población) y matado a más de cien mil, siempre según las muy conservadoras estimaciones oficiales.

Esa es una situación inasumible para cualquier Gobierno que se precie. No se puede mirar hacia otro lado ni buscar disculpas ni dilaciones. Es preciso que ya el Consejo de Ministros de este martes se conciencie, dado que no parece haberlo hecho del todo hasta ahora, de que hay que establecer un plan de lucha total contra el coronavirus, reclutando exhaustivamente a la sanidad privada, a las Fuerzas Armadas, a las Fuerzas del Orden y a la población civil que sea apta para ello. Es la guerra. Y en las guerras, salvo que sean las de Pancho Villa, no se admiten fisuras ni en Comunidades Autónomas ni en equipos gubernamentales. El relevo de un ministro de Sanidad ‘quemado’ en estas funciones –también podría aprovecharse la ocasión para relevar al portavoz sanitario, Fernando Simón, más abrasado aún que su jefe—, la sustitución en el Departamento de Administraciones Públicas y la llegada de un nuevo Jefe del Estado Mayor de la Defensa, tras la dimisión/cese del general Villarroya, deberían servir para coordinar de manera más eficaz que hasta ahora este frente de combate.

Creo que sería una buena oportunidad para que, este martes, el Consejo de Ministros emitiese a los desconcertados españoles un mensaje en este sentido, en lugar de desangrarse a la vista de todos por absurdas querellas intestinas de variado calibre que le hacen perder fuerza en la única tarea que ahora debería importar: ganar al virus en la menor cantidad de tiempo posible. Porque prolongar este estado de cosas no es solo peligrosísimo desde el punto de vista sanitario, sino también en el plano económico –¿cuánto tiempo puede aguantar sin turismo ni actividad el sector hostelero, que fue uno de los puntales de nuestra economía?—y, aún más importante, en el moral: puede que España se esté alzando con el liderazgo de los bastante abatidos Estados europeos.

Sí, hay cosas más importantes que saber cuándo se va Illa y si eso provocará una remodelación ministerial mayor o, más probable, menor. Existen cuestiones que a los españoles les preocupan mucho más que el arribismo de un vicepresidente del Gobierno, más que el cabreo del ministro Escrivá, más que si una secretaria de Estado insignificante insulta a la ministra de Defensa. Ese orden de prioridades tendría que estar muy presente ya este mismo martes en la mesa ampliada del Consejo de Ministros. Basta ya de distracciones, que nos estamos asfixiando. Es, ya digo, la guerra.

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