El infernal calendario de coincidencias que ha generado la tormenta perfecta desde hace trescientos un días y setecientas noches ha hecho que el inicio –mira que es casualidad, tras siete años y medio de instrucción—del ‘juicio Gürtel’ y su desarrollo más sabroso informativamente, vaya a coincidir con la previsible investidura de Mariano Rajoy, dentro de exactamente dos semanas. Lo cual es una razón más para asegurar que no habrá terceras elecciones: no solo no convienen al PSOE, que no tiene ni candidato, sino que tampoco son buenas para un Partido Popular cuyas correrías en el pasado, aunque no afecten directamente a Rajoy, andan copando los titulares de los medios y las conversaciones en los almuerzos familiares dominicales.
Y no, Rajoy no está preocupado, aseguran viajeros a La Moncloa, ante lo que va soltando el procesado y autoinculpado Correa en la sala de juicio, aunque algo más, dicen, le inquieta el inminente testimonio del ex tesorero Luis Bárcenas, el destinatario de aquel mensaje “Luis, sé fuerte”; quienes de veras están angustiados son algunos de aquellos ‘hombres de Aznar’ que ejercieron ministerios generosos con la ‘trama Gúrtel’ o, como quiere el propio protagonista, ‘trama Correa’, que era, sí, una auténtica correa de transmisión: del ministerio o ayuntamiento benefactor se pasaban los beneficios porcentuales al bolsillo de ‘los correas’ y, otra parte, al partido (¿o solamente a Bárcenas? Eso es lo que comprobaremos pronto).
Así que no está el horno para elecciones. Y no las habrá, aunque no resulte difícil prever nuevos cataclismos en un PSOE dividido, en el que figuras prestigiosas y dignas, como la magistrada Magarita Robles, ‘número dos’ de la candidatura de Madrid, sigue asegurando que votará ‘no’ a la investidura de Rajoy en el Congreso de los Diputados, y lo mismo hacen personajes relevantes como el ex lehendakari, ex presidente de la Cámara Baja, Patxi López. Para no hablar, claro está, de Miquel Iceta y demás integrantes de la dirección en litigio del PSC, aferrados al ‘no es no’. Veremos cómo resuelve el presidente de la gestora socialista, el asturiano Javier Fernández, la papeleta, sin romper la disciplina de voto en el grupo parlamentario y sin, antes, provocar el caos en la reunión que el comité federal del PSOE celebrará dicen que el domingo 23, aunque no esté oficializado en este cuarto de hora en el que escribo.
Lo que más se oye es que, de una u otra manera, Fernández se involucrará en que, al menos, once diputados socialistas se abstengan –¿quizá los de la dirección del grupo más algún otro, que podría ausentarse?—, mientras los demás pueden votar ‘no’, para que Rajoy, el día 29 ó quizá el 30, salga investido y pueda jurar el cargo antes de que, el 31, se cumpla el plazo fatídico que nos obligaría a todos a pasar por unas nuevas elecciones. El presidente del Principado de Asturias es hombre de recursos, y sin duda lo tendrá todo atado y bien atado para cuando, este viernes, encabece el protocolo, con el Rey, de la entrega de los premios Princesa de Asturias, ceremonia en la que muchos procuraremos hacernos los encontradizos con Fernández por los pasillos del hotel Reconquista en Oviedo a ver si de su boca hermética sale alguna pista.
Digo yo que el ‘juicio Correa’ (de transmisión) no influirá ni en la investidura ni en los primeros pasos que dé Rajoy en la formación de su Ejecutivo, para el que ya andan circulando abundantes quinielas de ‘ministrables’. Abundantes y absurdas, porque ya se sabe que Rajoy, como sus antecesores, está encantado de dar sorpresas en lo que a nombramientos se refiere, y, una vez más, parece que los hará sin cortapisas, ni de Ciudadanos –que debería haber procurado entrar en ese Gobierno, a mi juicio–, ni de nadie. Y mdenos, de los coletazos de Gürtel’, perdón, Correa.
Más bien, este primer gran proceso a la corrupción pasada, de la que afortunadamente hoy no quedan restos en vigor, que se sepa, va a ser una nueva vacuna contra tentaciones futuras de manejar ilícitamente los fondos públicos, en beneficio de particulares o de un partido. Y más aún actuará como contrafuego la comisión parlamentaria, acordada por PP y Ciudadanos en su pacto de ciento cincuenta medidas, para estudiar lo que ha sido esa gran trama corrupta en la España de hace una década o más.
Por eso, no dejo de estar de acuerdo, aunque se le haya criticado mucho por ello, con las palabras de Javier Fernández sugiriendo que aquellas corrupciones no deben impedir estos pactos, tan necesarios para la estabilidad del país. Estoy seguro de que, dentro de un par de semanas, un mes como máximo, habrá quedado superado el ‘no, no y no’ tan esgrimido durante año y medio por un Pedro Sánchez que, en mi opinión, ha comenzado ya a ser definitivamente olvidado. Para bien. Porque ahora toca, en los centros donde se hace política, que se resumen en el Parlamento, hacer política. Y en los tribunales, hacer justicia.
fjauregui@diariocritico.com
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