La reunión, en la tarde de este lunes, de la comisión Estado-Generalitat de Cataluña sigue a la Conferencia de Presidentes Autonómicos del pasado viernes, en la que precisamente el representante de la Generalitat, Pere Aragonés, estuvo clamorosamente ausente. Claro que no puede decirse que la relativa irrelevancia de la ‘cumbre’ multilateral se deba a esta por lo demás importante ausencia; la verdad que parece imponerse cada día más claramente es que se hace preciso un rediseño a fondo del sistema que sustenta el Estado autonómico. Y por paradójico que pueda parecer, los encuentros bilaterales con el Gobierno vasco y el catalán pueden, si se le echa imaginación, valor y solidaridad a la cosa, alumbrar un camino nuevo para este rediseño.
Uno de los problemas para llegar a una solución más definitiva en un Estado autonómico que no me atrevo yo a asegurar que no funciona, sino que debería funcionar mucho mejor, es esa percepción, típicamente tan simplista, que enfrenta al ‘Madrid nos roba’ con el ‘Cataluña pretende quedarse con todo’. No han faltado voces de presidentes autonómicos en el encuentro del viernes en Salamanca que pusieran el acento en las ‘diferencias de trato’ que el Gobierno central evidencia con Cataluña (y con Euskadi, aunque esto se diga menos) con respecto al resto de las autonomías. Y esa queja lastra, desde luego, cualquier avance conjunto.
Mientras esta dialéctica no se supere, mientras las dos orillas del Ebro muestren tal disparidad de sentimientos y criterios, hasta que no termine el ‘cantonalismo anímico’, no habrá nada que hacer. Construir el Estado requiere solidaridad, diálogo a múltiples bandas y tener sentido de ese Estado. Pero ¿quién tiene en la cabeza ese sentido? Y más importante: ¿quiere la Generalitat construir Estado?
No engañan ni quieren engañar; en el independentismo hay distintas velocidades, la de Puigdemont y la de Junqueras/Aragonés, que, más pragmáticos, tratan de ganar dos años de ‘conllevanza’, mientras concluye la Legislatura de Pedro Sánchez. Pero tanto Esquerra como Junts se muestran firmes en su reivindicación de la independencia. Que no será ahora, reconocen en privado, pero será. Y eso es lo malo: que ambas partes piensan, con fines distintos, en aguantar, exhibiendo reivindicaciones y soluciones-parche de cara a las respectivas galerías, dos años. Después, la construcción del Estado carece de guía, de planes, de ideas. La vieja improvisación que tan cara nos viene costando a los españoles, catalanes incluidos, desde siempre.
Ya sabemos que desbloquear buena parte, o incluso todos, los 56 temas pendientes en las relaciones entre Gobierno central y Generalitat, que es de lo que se empezó a hablar este lunes en la Comisión Estado-Generalitat, no va a desactivar las reivindicaciones ‘políticas’ que se reservan para ser tratadas en la futura mesa de negociación Gobierno-Govern, a partir de septiembre y tras la Diada. Referéndum de autodeterminación, amnistía para que los ‘exiliados’ regresen, desaparición virtual de la presencia del Estado en Cataluña son cuestiones que forman parte del plan del ‘procés’ para ir a esa Republica independiente de Catalunya, idea que tanto horroriza a una parte sustancial de catalanes que, sin embargo, hoy por hoy están perdiendo claramente la partida de la opinión pública y hasta de la publicada.
Sánchez, manteniendo las reuniones bilaterales con los representantes catalanes (y con los vascos, como siempre se ha hecho), y manteniendo también la Conferencia de Presidentes Autonómicos, habrá de extender tales reuniones ‘cara a cara’ por separado con todos esos presidentes, del cántabro al andaluz, del gallego al murciano, etc. Cada Comunidad tiene sus propios intereses, sus necesidades peculiares y sus propios cauces de negociación. No sé si esto supone llegar tan lejos como pedir, tal como sugería el lehendakari Urkullu, ‘diecisiete cupos y diecisiete conciertos’ o/y significa, paralelamente, ir hacia ese Estado federal ‘de hecho’ que, por cierto, sigue estando en el programa del PSOE, aunque sea en la parte ‘olvidada’.
Lo que no puede ser es que a las discrepancias entre el Gobierno central y el Govern catalán se unan las de los presidentes autonómicos socialistas frente a los del PP, tal y como se evidenció, de nuevo, este viernes. Es preciso dar un puñetazo sobre la mesa, las mesas mejor dicho, de negociación. Saber que el Estado es lo primero, que aquí nadie roba a nadie, o al menos que nadie debería pensar que tal cosa, robar al resto de los españoles, es posible. Y que esto no es una cuestión de siglas partidistas: es una cuestión de que España sobreviva, tal y como está, durante mucho más que los dos años que restan de legislatura.
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