Hay quien me acusa de defender ‘en exceso’ a Camps, mientras insisto en que Madrid es la suma de todas las corruptelas. Y no solo en el PP, por cierto. Debo decir que el presidente de la Generalitat valenciana me está decepcionando algo, al menos en sus tibias reacciones ante las acusaciones. No puedo, claro, poner la mano en el fuego por nadie, porque no tengo la información suficiente, pero, si no la tengo, en parte se debe a la huída de Camps de los medios de comunicación: ¿quién diablos le aconseja tan, tan mal? Lo mismo queTrillo, saliendo a leer un comunicado sin permitir preguntas tras la sentencia del Yak. Lleva Don Federico, por quien confieso, pese a todo, mi simpatía, huyendo de los periodistas desde hace meses. Y de Don Mariano casi, casi, estoy a punto de decir lo mismo: de facilidades para que los chicos de la prensa le traten a fondo, nada.
Pero no crean ustedes que los ministros del Gobierno, los nuevos y los viejos, andan mucho mejor. Ser periodista, en estos tiempos críticos que corren, empieza a suponer asomarse a la melancolía, suponiendo que te libres del paro o de la prejubilación. Ya sé, ya sé que otros tambié están mal, o peor incluso, pero el sector que yo conozco mejor es este, el mío; me creo lo del sacerdocio del periodismo, lo del servicio a la ciudadanía, me creo la importancia de la información como bien esencial para la persona y, francamente, me duele lo que está pasando: este periodismo que se conforma con Wikipedia –menuda mierda– o con Google, con los comunicados que nos envían desde las empresas o instituciones y con las ruedas de prensa sin preguntas. ¡Pero si ya ni los jefes de prensa se nos ponen al teléfono, y eso que todos los pagamos para eso!
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