(«En España se entierra muy bien», dijo Rubalcaba. Temo que se olvida aún mejor)
Si usted tenía alguna duda de que una era ha acabado ya de modo definitivo, le invito a considerar la fotografía que este domingo ocupaba las portadas de muchos periódicos: el Rey Juan Carlos, apoyado en su bastón, junto al pelo níveo de Felipe González, que lloraba en el velatorio de Alfredo Pérez Rubalcaba. En medio, Pedro Sánchez, como un símbolo de un futuro incierto, aunque en este caso crecido aún unos centímetros más a lomos de los resultados del 28-a y de los que el CIS le pronostica para el 26-m.
Y los miles de personas, jóvenes y mucho menos jóvenes, que pasaron por el Congreso de los Diputados para rendir homenaje al antaño denostado Rubalcaba certificaban, claro, dando su adiós a una manera de entender la política, que una nueva era ha nacido en España. Que hoy, este mismo lunes, encarando ya la ‘segunda vuelta’ del gran giro, empieza algo muy nuevo, en el que ni Juan Carlos I, ni Felipe González, ni Mariano Rajoy, tendrán papel alguno que jugar. ¿Cuánto papel va a jugar y ocupar Pedro Sánchez?
Aunque el actual presidente del Gobierno y secretario general del PSOE ha pretendido escenificar lo contrario, la verdad es que entre él y el fallecido hay pocos puntos de contacto. Quizá ni éticos ni estéticos. Pero sería absurdo aferrarse a otras formas de hacer política, porque aquellas discurrieron en otras circunstancias. Ni Cataluña era el problema que hoy es –mira que el propio Rubalcaba, como antes Fernández Ordóñez, me lo advertían: el problema será Cataluña–, ni habían aparecido formas extrañas de entender el Estado, como es el caso de Podemos o, de manera más extrema, Vox. Cuando, en 2014, tras la abdicación del Monarca, él abandonó la política, Rubalcaba sabía que se delineaba una nueva era. Para el socialismo y para el PP, pese a que, entonces, la ‘derechita cobarde’ de Rajoy estaba en todo su apogeo. Y vaya si, en este quinquenio, han cambiado las cosas.
Fíjese usted en que el mapa azul que imperó hasta 2015, con todas las nuevas adherencias y pactos antes inimaginables, está a punto de convertirse en un mapa rojo, que puede perdurar durante un lustro más. Va a ser la ‘era Sánchez’, quién iba a imaginarlo cuando una maniobra en la que el propio Rubalcaba estuvo a la cabeza echó al ambicioso joven de la sede de Ferraz un 1 de octubre de 2016. La caducidad de la política es una meditación que Pedro Sánchez, quizá a punto de hacerse con un control casi total de los resortes del país, algo que ya antes tuvo el hoy casi olvidado Rajoy, debería afrontar; acuérdate de que eres mortal. A ver cómo gestiona el poder que las urnas, si Tezanos tiene razón –que me parece que la tiene—le vaticinan: hasta la Comunidad de Madrid puede arrebatarle a una derecha que ciertamente no la ha merecido.
Ni qué decir tiene que los partidos que ahora giran en contra o a favor del sol-PSOE tienen también mucho en lo que meditar. No hay un frente de centro-derecha (¿Vox de centro-derecha? Madre mía…), porque los tres partidos que lo componen muestra cada día al electorado lo mal que se llevarían en caso de gobernar conjuntamente. Ni es tarea prioritaria echar a Sánchez de La Moncloa, contra lo que aún dice Rivera, porque hay siete millones y medio de españoles que piensan que debe seguir ahí otros cuatro años, para lo bueno e incluso, ay, para lo malo. El caso es que, ya casi en la recta final de la campaña de la llamada ‘segunda vuelta electoral’, hoy, ahora, empieza una etapa nueva para España, de cara a un futuro que empezó a cocinarse hace cinco años, cuando Rubalcaba dijo su adiós a la política, ¿recuerdan?.
fjauregui@educa2020.es
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