Como estos no son tiempos de normalidad, la llegada el jueves a España de la canciller alemana Angela Merkel se sumerge en aguas convulsas. Me dicen que los servicios de información de la Embajada de la RFA en Madrid y la propia web de esta representación diplomática están que arden ante la avalancha de consultas de jóvenes españoles atraídos por esa oferta laboral, algo difusa, que la señora Merkel se trae bajo el brazo. ¿Es usted titulado en alguna de las disciplinas requeridas, habla usted inglés y alemán? Pues Alemania, que paga sueldos no precisamente mileuristas, le abre a usted los brazos.
Comentaristas ha habido que han querido comparar este futuro ‘éxodo’ con aquel ‘vente a Alemania Pepe’, de los tiempos heroicos de Alfredo Landa. Y es que hay quienes disfrutan con la autocompasión, porque lo de ahora nada tiene que ver con lo de antes: Alemania reclama a jóvenes profesionales españoles, acostumbrados a viajar y con idiomas, para ejercer puestos de responsabilidad.
Cierto: vivimos una época de crisis en la que nuestros posgraduados más preparados, los que se fueron de Erasmus y hablan fluidamente un par de lenguas extranjeras, se enfrentan a largas y angustiosas búsquedas de empleo y, cuando lo encuentran, pésimamente remunerado. Eso, por no citar la angustia de miles de opositores a los cuerpos de elite del Estado: chicos y chicas espléndidamente cualificados que ven dramáticamente reducido el número de plazas que brinda la oferta pública. La crisis llega también a esos cuerpos privilegiados, a ese funcionariado de difícil acceso al que aspiran, con toda legitimidad, tantos licenciados que no quieren decantarse por los riesgos de la empresa privada o que tienen vocación de servicio público.
Y entonces, ante las dificultades en casa, a mirar hacia Alemania. Una inmigración profesional que puede resultar dolorosa para algunas familias, abocadas a la separación de sus hijos, pero que tendrá efectos beneficiosos en la formación de esos jóvenes que marchen a desarrollar sus conocimientos al país germano. Hay quienes lo ven como una pérdida de talentos nacionales. Yo prefiero ver la botella medio llena: Alemania pretende importar no la mano de obra de nuestros jóvenes para ejercer los trabajos más duros, sino que quiere su cualificación. No estamos hablando, como algunos quieren, de subordinación, ni de prepotencia germana, sino de plena cooperación e integración europea. En este marco, bienvenida señora Merkel.
Deja una respuesta