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(¿dónde están, qué hacen, algunos ministros?)
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De mi repaso habitual de una docena de cabeceras periodísticas, una, de un diario malagueño, llama no poco mi atención: “la Costa del Sol exige al Gobierno que no solo luche por Baleares y Canarias”. Este titular se produce, claro, tras el intempestivo anuncio del Ejecutivo de Boris Johnson de que exigirá el cumplimiento de una cuarentena a los turistas que regresen de España, algo que la ministra de Exteriores española, Arancha González Laya, trata de evitar diplomáticamente para Canarias y Baleares, obviando Andalucía. Hay muchas cosas que no se entienden en la acción e inacción del elenco ministerial español: por ejemplo, dónde está la ministra encargada del turismo. O, ya que entramos en ello, dónde diablos para media docena de ministros, diluidos en la actividad frenética de otros colegas en el Gabinete.
La protesta de la Costa del Sol, los titulares alarmadísimos de un buen número de diarios de toda España, hacen prever una agitada sesión este viernes en la ‘cumbre’ de presidentes autonómicos en San Millán de la Cogolla. Allí se discutirá el destino de esos ciento cuarenta mil millones que llegarán, paulatinamente y en los próximos meses, para sofocar los muchos incendios económicos que, cual rebrotes del coronavirus, van surgiendo en las distintas Comunidades. Para colmo, ni Urkullu, públicamente enfadado porque antes no se ha convocado a la comisión mixta del concierto, ni Torra, porque no le da la gana (él dice que por el virus que llena de temor a toda Cataluña) estarán en San Millán, aunque seguro que luego reclaman su parte en el ‘bienvenido míster Marshall’.
Pienso que, a la hora de reprimir las efectos de esta segunda oleada del Covid’19, las autonomías no han actuado con idéntica eficacia todas ellas. Se ha fallado en el recuento de datos, en la contratación de rastreadores, en la detección de visitantes de fuera, en la seguridad de las discotecas, en el control de las playas…¿sigo? Ahora, el clamor pide un retorno del mando único por parte del Gobierno central; vuelve Illa, que te perdonamos. Y todo eso estará presente en la presumiblemente ‘movida’ Conferencia de Presidentes Autonómicos, la primera presencial en seis meses, la más angustiada.
No creo que el Gobierno central, tal y como está, pueda afrontar el control único. Está en parte agotado, quemado, cuarteado por las ya innegables grietas internas derivadas de la existencia, en verdad, de dos ejecutivos paralelos y crecientemente alejados. Las protestas de la Costa del Sol; la pretensión del presidente valenciano, Puig, de negociar por su cuenta con los británicos; la señora González Laya negociando por su cuenta con el ministro principal de Gibraltar la creación de un ‘área de desarrollo’ en la zona (¿dónde está el ministro de Fomento?); las polémicas en torno a la forma del Estado o sobre si se puede o no pactar con Ciudadanos la confección de los Presupuestos me parecen, todos ellos, y muchos otros más, puntos que abonan una inmediata remodelación del Gobierno.
Una crisis en toda regla, que afronte que las cuatro vicepresidencias no fueron sino una dádiva a la coalición, lo mismo que varios ministerios, como el de Igualdad, o el de Consumo, o el de Universidades. Y una crisis que, sobre todo, cambie la orientación de un Gobierno que ha de seguir presidido, cómo no, por Sánchez, el ganador de las elecciones, pero con otras adherencias.
Al elenco gubernamental, a una parte de él al menos, hay que reconocerle dedicación, esfuerzo y valor a la hora de afrontar el tremendo imprevisto de la pandemia. Pero este equipo está, ya se ve, superado por la realidad y por la incompetencia de algunos. No entiendo que el inquilino de La Moncloa prolongue su inmovilismo: hay que enviar mensajes al mundo, a Europa, al propio país, en el sentido de que esto tiene arreglo, que algo se mueve. Y el viernes, con todos los presidentes autonómicos (menos dos, claro) reunidos, puede ser un buen momento para lanzar ese decisivo mensaje. Bien podría incluso haberse invitado a San Millán al líder de la oposición, pero claro, eso es una utopía. ¿Dará Sánchez el paso, algún paso? Sí, yo también desconfío.
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