Todo indica –y la SER lo certifica, que para eso tiene buenas filtraciones donde conviene– que Zapatero no podrá cumplir sus planes de postergar la crisis hasta junio/julio. Vamos, que cualquier día de estos nos da una sorpresita. Las quinielas circulan como las alergias esta temporada: proliferan. Me dicen que viene Manuel Chaves a Madrid –ese sí que es un histórico, lo que da idea de que ZP ha reflexionado sobre su efebismo político–. Pedro J. sitúa a Elena Salgado, que es una de mis favoritas, como vicepresidenta: no estoy seguro sino de que PJR quiere cargarse esta posibilidad. Me dicen que entra Blanco, a quien nunca quise llamar como le llaman quienes parece que le desprecian (yo no), y que entran Vegara y quién sabe si algún otro peso pesado de la Junta andaluza, como Griñán (no sería malo). Que sigue Sebastián (malo, malo), que se van Maleni (bueno, bueno, aunque sea para ir de candidata a Málaga), Solbes (lógico), Fernández de la Vega (muy malo), Moratinos (pésimo que se vaya) y los ministros de Sanidad, Cultura y Educación (regular en unos casos, bueno en otros).
Pero está claro que todo eso son habladurías, porque solamente Zapatero sabe el cuándo y el cómo. Y quiénes.
Yo, honestamente, lo único que sé es que hay rumores para todos los gustos, nervios para exportar y un clamor que dice que sí, que Zapatero tiene que echar a unos ministros y traer a otros. Ya. Pero no necesariamente recomponer el felipismo. ¿Es que no hay independientes, y hasta conservadores, con los que ampliar el espectro? Es la gran asignatura pendiente de ZP: hacer que todos nos sintamos identificados con el Ejecutivo.
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