¿La culpa? de Bin Laden, claro está…

La extrema agitación es mala consejera de la reflexión. Hablo apenas, en estos momentos, de política nacional, tan influída, no obstante, por los acontecimientos mundiales. La (buena, al menos para mí) noticia de la muerte de Bin Laden, con el riesgo suplementario que significa para la seguridad de los españoles, y del mundo entero, se ha superpuesto a otras cuestiones de índole puramente doméstica. Pero que también incrementan la sensación de desasosiego en un cuerpo social que, en buena teoría democrática, debería estar estudiando los programas electorales de su autonomía y de su municipio. Y eso es lo único que ni usted, ni yo, ni nadie, hacemos.

Claro que ¿quién piensa en las elecciones de dentro de poco más de dos semanas cuando el debate se polariza en torno a si hay o no que imponer la alerta máxima a la vista de las potenciales amenazas yihadistas? ¿Cómo afrontar serenamente una campaña electoral si el gran tema de los mítines es, en el fondo, ETA, en su vertiente de legalización o no de la coalición Bildu?¿Cómo ocuparse de la propia Comunidad, del propio Ayuntamiento, cuando de lo que trata el Gran Debate Nacional es de la idoneidad de los más altos tribunales para pronunciarse en tema tan sensible como la posibilidad de que los herederos de Batasuna concurran a las elecciones?

Y, así, hemos entrado en una alerta democrática máxima, un marco de convivencia en el que lo que teóricamente es el objetivo de las elecciones del 22 de mayo, definir un funcionamiento territorial más armonioso y menos costoso, queda desvirtuado por otras cuestiones más dramáticas, distintas y hasta distantes. No, no se trata de arrinconar nada, ni de eliminar los grandes temas de los titulares. Pero pienso que cada momento tiene su afán, cada cuestión, su rincón. Y el afán inmediato, ahora, es precisamente definir esas incógnitas territoriales que nunca han quedado del todo resueltas.

Confieso, en ese sentido, que yo esperaba de las grandes formaciones nacionales algunas propuestas de alcance, relativas al funcionamiento general del Estado autonómico y de las diversas autonomías en particular: por ejemplo, control de la dispersión y reiteración legislativas, techo de gasto, mayor cooperación interterritorial, financiación local y, por qué no, estudio de posibles fusiones de ayuntamientos, de manera que se evite la actual multiplicidad de pequeños municipios. Y ya, puestos a ser utópicos, esperaba incluso el inicio de un debate sobre reformas de la normativa electoral en lo tocante a lo local y hasta, imposible de imposibles, que alguien esbozase una posible futura reforma constitucional, en concreto de ese Título VIII (autonomías), cada día más polémico.

Pero de todo eso, nada: las fuerzas políticas se niegan, en palabras de Ortega, a levantar el vuelo y pensar en grande. Y, mientras, las instituciones continúan viendo degradado su funcionamiento, y la luz roja de eso que he dado en llamar alerta democrática sigue parpadeando. Pero, claro, la culpa de tanta distracción la tiene Bildu. O, ya puestos, el mismísimo Bin Laden.

El caso es que, atentos todos a los ruidos estruendosos, olvidamos los sonidos: el de los ayuntamientos arruinados, las autonomías sin objetivos claros y el silencioso estruendo del arrastrar de los pies de casi cinco millones de parados. Ya lo decía ayer uno de esos editorialistas gráficos que se dedican a fabricar un cada día más amargo humor en los periódicos: entre bodas reales, beatificaciones, cruzadas contra el infiel y demás actividades de la Edad Media, hemos olvidado ya, en poco más de un fin de semana, los tremendos datos de la Encuesta de Población Activa. Y también olvidamos que ahí tenemos, a la vuelta de la esquina, unas urnas que nos permitirían cambiar algo, algo, este país nuestro.

Pero ya digo: con lo apasionante que está el tema de Bin Laden, y con la legalización de Bildu permitiéndonos ejercitar el eterno combate dialéctico entre las dos españas, ¿a quién le interesa cambiar el mundo, tarea que, como se sabe, comienza por lo de aquí?

4 respuestas

  1. Avatar de Bruno Traben
    Bruno Traben

    El PNV y Pakistán hacen lo mismo en el caso del terrorismo; nadar y guardar la ropa, estar en misa de diez en Begoña y querer repicar al mismo tiempo poniendo una vela a Dios y otra al Diablo. Colaboran contra el terrorismo, pero recogen las nueces apoyando a Bildu si les puede llevar de nuevo al poder con pactos postelectorales o escondiendo a Bin Laden cerca de Islamabad. Al que no se podía dejar libre, pero tampoco vivo.

    En los mundos de Yupi cantando la canción de Viva la Gente se le detiene, juzga y encarcela. Si es culpable. Pero yo no querría ser uno de los muchos rehenes que, en ese caso, serían secuestrados y decapitados delante de una cámara de video para chantajear al gobierno que sea exigiendo la libertad del preso. Miguel Ángel Blanco ya pasó por algo parecido. Y los talibanes podrían también secuestrar, torturar y asesinar a cualquiera para tratar de conseguir la libertad de sus presos. La vida de ningún inocente vale la de un fanático ideologizado que está tan seguro de tener razón que no le importa matar para conseguir lo que quiere.

  2. Lo que no me puedo explicar es que ellos se pueden inmolar matando a diestro y siniestro y cuando muere uno de ellos se monta el cirio que si no se le a entarrado segun sus costumbres bla,bla bla….la pregunta es…matando a Bin Laden ¿se han salvados vidas…ó ¿se ha dibilitado la estructura del terrorismo….yo creo que si ….bin laden era su angel exterminador….si ya no actuaba sobre el terreno da igua,l pero para los terrorista era su Atila su guia….ya nada será igual ni para ellos ni para nosotros.

  3. Avatar de Ignacio Yupi Viva-la-Gente
    Ignacio Yupi Viva-la-Gente

    Mi difunta madre, vallisoletana ella, y no precisamente correligionaria de Llamazares, me enseñó bien clarito que 1) La venganza nunca es lícita, 2) la pena de muerte es una salvajada, 3) todo el mundo tiene derecho a un juicio, 4) la tortura (de culpables o inocentes) es la hez del mundo, la máxima expresión de la naturaleza sádica y diabólica del ser humano; 5) el fin no puede justificar jamás los medios. Si la vieja, culta y sabia Europa, tan experta en guerras como en ciencia, tecnología y humanismo, aplaude aviesa la ley del Talión del amigo americano, es que no ha entendido nada de la historia ni de la filosofía racionalista. Es el principio del fin del continente.

  4. A Yupi:
    Boda de reyes.
    Canonización de Papa
    Cruzada contra el infiel, a sangre y fuego
    Decapitación pública del enemigo
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    Edad Media (siento decirlo. Y sentirlo)

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