La ‘cumbre’ de Marivent

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(las conversas, aprisa y corriendo, de Sánchez nada tienen que ver con ‘le grand debat’ de Macron en la crisis de los chalecos amarillos)
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El contexto político hace que cada año resulten más densos los tradicionales encuentros entre el jefe del Estado y el presidente del Gobierno en el palacio mallorquín de Marivent. Si mal no recuerdo, esta es la primera vez que una ‘cumbre’ de esta especie tiene como uno de los interlocutores a un presidente en funciones, a la espera de ver si el mes próximo es o no capaz de completar con éxito su investidura. Son muchos y de mucho calado los temas que Felipe VI y Pedro Sánchez han de abordar en este encuentro que tiene lugar al margen de los semanales habituales durante el curso político.

Ahora todo es nuevo: el presidente está en funciones y, por tanto, con la capacidad de gobernar limitada; el desafío catalán se acrecienta ante la inminencia de una sentencia presumiblemente dura contra los golpistas de octubre de hace dos años; y la sombra de Podemos como presumible ‘aliado principal’ del Gobierno, en una fórmula ‘a la portuguesa’, revolotea en el ambiente, sin que sepamos muy bien si finalmente el proyecto se concretará en algo tangible y votable. Sin que podamos olvidar las proclamas republicanas –muy legítimas por otra parte—de Pablo Iglesias, el hombre que intentó colarse en el Ejecutivo de alguien que, como Pedro Sánchez, prometió, al llegar a La Moncloa tras la moción de censura, fidelidad a la Constitución del Reino de España, es decir, a la norma fundamental monárquica.

No digo yo que el sistema esté en riesgo, pero el clima es de enorme preocupación, casi de alarma en los sectores más conscientes. Poco será, como es usual, lo que se nos explique verdaderamente del estado anímico en el que discurra el encuentro del jefe del Estado con el jefe (en funciones) del Gobierno. Pero la inquietud en La Zarzuela, en Moncloa, ahora en Marivent, desde luego que existe, derivada sobre todo de la provisionalidad, que empieza a ser demasiado permanente, por la que discurre nuestra vida política.

Mientras, Sánchez sigue con sus contactos políticos (este lunes, con Compromís en Valencia) y con lo que llaman ‘la sociedad civil’ (esta semana, con sindicatos y patronal), en busca, dicen, de completar un programa de actuación que ofrecer a sus interlocutores políticos, a ver si los convence para que apoyen su investidura. Parece esta una explicación demasiado simple. Estos fugaces encuentros del presidente (en funciones) con interlocutores seleccionados de la ‘sociedad civil’ no son precisamente ‘le grand debat’ con el que Macron zarandeó durante cuatro meses a la sociedad francesa, agitada por el movimiento de los chalecos amarillos, antes de dar a luz un plan severo y milimetrado de acciones sociales y económicas.

Claro que no es lo mismo el caso galo y el español: ahora Sánchez tiene prisa, porque de alguna manera se va instalando en la ciudadanía la sensación de que, si hay repetición de elecciones, y por tanto si la provisionalidad se prolongase durante casi otros seis meses, el principal culpable será él, aunque no se pueda eximir de responsabilidades a los otros actores políticos.

Tendremos que estar muy atentos a lo que ocurra este mes de agosto, porque van a ocurrir cosas; sería impensable e irresponsable que no ocurrieran. De algo de eso hablarán, es de suponer, este miércoles en Marivent el Rey y el hombre que, en funciones, ocupa La Moncloa.

fjauregui@educa2020.es

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