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—Repaso mi álbum de fotos. Cuántas cosas quedan atras, sin duda para bien, en la España del 24-J. Y las que quedarán cuando conozcamos el resulktado de las urnas…)
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Podríamos escribir libros enteros sobre los profundos cambios que se van a operar en España tras las elecciones del domingo, gane quien gane. Pero, por obvias razones de espacio, apenas podemos condensar en unas cuantas líneas lo que es más probable que ocurra. Las hipótesis posibles, recogiendo los análisis de muchos observadores e implicados en lo que vaya a ocurrir en el inmediato futuro son cuatro:
1 (posible, quizá improbable).-Gana Feijoo y consigue 150 escaños o más. Recurrirá en primer término a barones del PSOE para que, con su abstención, le apoyen para gobernar en solitario, sin Vox: habría enorme debate interno en el socialismo –como en 2016–, pero es posible que el líder conservador obtuviese ese balón de oxígeno en algunos escaños socialistas, si es que, atención, no se lo da la propia Sumar. El ‘frente contra los populismos’ ha ocurrido, con variantes, en otros países.
2 (posible, más probable).-Gana Feijoo y logra menos de 140 escaños. Necesita a Vox para sacar adelante su investidura. Ni a Feijoo le gusta Vox –admite estar más próximo al socialista castellanomanchego García Page que al líder de ‘la derechísima’, Santiago Abascal– ni a Vox, que se mantiene prudente en sus declaraciones en este sentido, le gusta el PP. Asistiríamos a una larga negociación entre PP y Vox acerca del reparto posible de poder, como ha ocurrido, y ocurre, en algunas autonomías. Abascal ha dicho que no aspira a ser vicepresidente del Ejecutivo, pero sí a tener ministros en el mismo. Será una negociación dura.
3 (bastante improbable)-Pedro Sánchez podría formar gobierno investido con los votos de Sumar –que ya se ha declarado un complemento seguro en una hipotética coalición– y el apoyo de ERC, Bildu, PNV y otras formaciones menores. Alguna encuesta concede, por los pelos, esa posibilidad. Pero resulta muy difícil repetir un ‘gobierno Frankenstein’ (ni las relaciones ni las condiciones son ya las mismas, y el año próximo hay elecciones en País Vasco y Cataluña), y Sánchez está muy desgastado personalmente. A medio plazo, Yolanda Díaz se perfila como una alternativa de izquierda, tras una recomposición del PSOE que pasaría por un congreso federal –el 41– que pilotarían ‘barones’ como García Page o el asturiano Adrián Barbón con dirigentes como María Jesús Montero o Pilar Alegría y que daría una alternativa a figuras como el madrileño Juan Lobato. El PSOE, con muchas tensiones en sus 144 años de historia, se ha fraccionado muchas veces, pero nunca se ha roto. Lo que sí ha hecho ha sido transformarse, y estamos a las puertas de una evidente nueva transformación hacia posiciones más moderadas.
Será muy interesante contemplar el comportamiento entre Sánchez y Yolanda Díaz en el debate del próximo miércoles en TVE, con la presencia de Abascal y la ‘silla vacía’ (salvo que rectifique en el último momento) de Feijoo. Sumar es contemplado por buena parte del electorado como una ‘marca blanca’ del PSOE, casi como una evolución del partido fundado por Pablo Iglesias en 1879. Díaz está considerada como una prolongación por la izquierda ‘transversal’ de Pedro Sánchez. Esa percepción tendrá, sin duda, una traducción en los votos del 23-J. La ausencia de Feijoo en el debate, un error a mi juicio, dejaría a Abascal como el contendiente de ambos, que no se atacarán entre sí. Ni abrirán nuevas carpetas sobre lo mucho que ha dejado de abordarse en esta campaña, ese cambio en tantas cosas que se ha obviado.
4 (y más improbable).- Los resultados de las urnas no arrojan datos definitivos: una parte del PSOE y de Sumar se niegan a abstenerse para que gobierne el presumible ganador (el PP) y para que no participe Vox en el gobierno. La suma de PP y Vox no da mayoría absoluta y las posiciones de los treinta escaños nacionalistas y regionalistas ajenos a las cuatro formaciones principales no arrojan resultados definitivos en uno u otro sentido. Se abre un período de negociaciones –e incluso de repetición de elecciones– que puede ser largo y actuaría en favor del desgobierno del país y en detrimento de la fortaleza de las instituciones. Se repetiría el fantasma de inestabilidad que sobrevoló el país entre 2016 y 2018. Malo para los fondos ‘next generation’, para la seguridad jurídica y para tantas otras cosas. Así que, dentro de este manojo de opciones, elija usted mismo lo que le parece más conveniente. Lo malo es que no es seguro que, con su voto, logre el resultado apetecido: tantas vueltas da la vida. La vida política española, claro.
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