He ido a la Puerta del Sol, más por ver el barullo que por afición a estas cosas, siempre latosas y más en un soleado sábado 2 de mayo. El barullo no era tanto –Gallardón no acudió, al parecer enredado en compromisos en Italia, los socialistas tampoco– y la asistencia, menor que otras veces: puede que el miedo a la gripe A, o el sábado, o el toque a rebato de Tomás Gómez y sus socialistas. Me ha parecido una celebración triste, doble –el PSM por su lado–, con un cierto aire de crisis tambi´ñen en el interior del PP madrileño; ahí estaba Ignacio González, el ‘número dos’ de Aguirre como arrinconado, víctima más que verdugo, preso de su propia y pasada altanería y de sus muchos enemigos creados a pulso. No ví a Granados, ni a algún otro consejero, ni a varios concejales, ni a más ministros que González Sinde, que estuvo poco rato. Por allí andaba Rajoy, en aras de la unidad del partido, y pocos miembros de la ejecuitiva del PP (ni Cospedal, ni Soraya, ni Esteban G.Pons, ni Mato, al menos que yo viese). No Rosa Díez, y pocos de IU –Inés Sabanés, que es la que más vale, sí; esa no se dejará tentar por los cantos de sirena del PSOE, creo–.
Triste, en suma. Estos políticos acabarán cargándose hasta ese motivo de orgullo patrio que es el 2 de mayo.
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