La imposible supervivencia de Pablo Maduro Iglesias


(Si quiere que se regenere Podemos, Pablo Iglesias tiene que marcharse)

—-

En política, como en todas las cosas de la vida, aquello que es ilógico, que va contra el sentido común, que resulta mendaz y que no sirve al interés de los demás, acaba pudriéndose y muere. Puede que sea por mera consunción o quizá de manera violenta, un final empujado por los demás. Y luego, tras años de aparente esplendor, véase incluso el franquismo, llega el olvido. Ha sucedido con muchos regímenes injustos, con empresas que fueron poderosas, con tantos partidos políticos. Nicolás Maduro, que ha llevado a la ex rica Venezuela hasta el hambre, puede ser un buen ejemplo. Y un clavo más en el ataúd de un partido que nació como una necesidad social, Podemos, y que se despeña claramente por un precipicio del que solamente con mucha fuerza de voluntad y asumiendo el sacrificio propio se puede regresar.

Sí, algún tipo de revolución era precisa en una Venezuela sacudida por la corrupción más completa en aquellos tiempos de ´bipartidismo’ en el que un Carlos Andrés Pérez llegó a ser presentado como un gran estadista, cuando en realidad era un enorme pícaro. Y lo mismo le digo de los otros, claro está. Lo que ocurre es que Hugo Chávez, cuya ‘revolución bolivariana’ pudo tener algún atractivo para una izquierda nostálgica del castrismo de Sierra Maestra, no supo, ni quiso, acompasarse a las normas básicas de una democracia homologable, y no digamos nada ya de su brutal sucesor. Han socializado el hambre, que es lo que nunca debe hacer un presunto socialismo.

Me encontré en Caracas con Monedero, bastante antes de que los ‘indignados del 15-m’ empezasen a consolidar la iniciativa de Podemos. Entonces, junto con el comunista Víctor Ríos, aquellos jóvenes españoles acompañaban a los ‘camisas rojas’ venezolanos en su sedicente afán por una mayor justicia social. Luego vino la decadencia, pero quizá Podemos, atado incluso económicamente al chavismo, no supo, ni pudo, ni quizá quiso, desligarse de los bolivarianos. Y así, hasta hoy, cuando se ven obligados a sugerir, y hasta es posible que algo de cierto haya, pero esa no es la cuestión, que un golpe de Estado ‘de la CIA’, casi como en los viejos tiempos, pretende derribar el ‘madurismo’.

Se han quedado, los morados de Pablo Iglesias, solos en su apoyo al tirano y han evidenciado una nueva contradicción en sus filas, donde me parece que no todo es unanimidad respecto a una causa tan sensible en España, por tantas razones históricas, económicas y políticas, como Venezuela. Ni siquiera los ‘zapateristas’ del PSOE, que los hay, miran ya con simpatía las proclamas podemitas en favor de la continuidad del régimen ‘legal’ –más bien letal—que impera en Caracas, apoyado por militarotes cuya fotografía condecorada no puede suscitar simpatía alguna en las ‘bases’ de Podemos.

Es lo que le faltaba a Pablo Iglesias, cuyo retiro temporal por conciliación, que le honra, no puede estar resultando más alterado; le ha estallado el Madrid de Errejón –que va a ser mucho más que Madrid–, la Cataluña de Colau (las dos alcaldesas emblemáticas se han distanciado de la formación ‘morada’), Cantabria, la Galicia de las mareas, la Andalucía de Teresa Rodríguez y ‘Kichi’, Castilla y León…Los ‘disidentes’ están hartos de las ínfulas de la ‘jefa’ y de que les hablen del ‘casoplón’, que ya no es un grito solamente de la ‘derechona’.

Hace tiempo que pienso que, para salvar a un Podemos necesario para la crítica y el empuje desde un número razonable de escaños en el Parlamento, pero nunca para gobernar el país, es preciso que Pablo Iglesias, aquel que se conformaba con una vicepresidencia, los servicios secretos, televisión española, Defensa, un Ministerio de autonomías y yo qué sé cuántas cosas más, se marche del trapecio de la política. Tuvo su sitio y sus méritos; ahora tiene los pies de barro. Es preciso, por el bien de la izquierda, refundar Podemos, como es imprescindible que, por el bien de la democracia en América Latina, desaparezcan de la primera fila gentes que ya son, como Nicolás Maduro, una auténtica pesadilla. Y que no digan que, quienes pensamos y expresamos esto en favor de lo que creemos auténtico progresismo, actuamos al dictado de ‘caverna’ alguna. O de la CIA, sambenito que a algunos les caía cuando sus enemigos no sabían qué etiqueta ponerles.

Es que los tiempos, simplemente, y a pesar de Trump y los ‘trumpistas’, a pesar de la CIA y de los ‘bunkers’, han cambiado. Y ya no caben en estos nuevos tiempos ni gentes como Maduro ni quienes, vaya usted a saber por qué, aún pretenden apoyarlos.

fjauregui@educa2020.es

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *