Veo luces al final del túnel. Por ejemplo, que Artur Mas, entre las cosas tan raras que dice, habla ahora de ‘interdependencia’, que imagino que no viene a ser exactamente lo mismo que otra palabra, ‘independencia’, que él no pronuncia jamás. Quienes tantos años llevamos observando el oleaje político, que avanza y se retira de las playas, hemos aprendido a olfatear esos pequeños matices, tres letras en este caso, que pueden significar enormes diferencias. Lo mismo que cuando se habla de una consulta soberanista ‘en tres o cuatro años’. O sea, la posponemos hasta después de la escocesa. Acabáramos. Porque así, queridos amigos, llevamos con lo que se ha dado en llamar el ‘problema catalán’ desde hace más de un siglo: posponiendo las bravatas del president o del conseller de turno y las chulescas respuestas de este otro lado del muro.
Paciencia. Desde el Estado (central), es decir, desde el Gobierno de España, falta ese sentido del ‘timing’ político: una vez, un presidente del Gobierno, que no era, por cierto, Mariano Rajoy, me dijo, y tenía razón, que los periodistas lo queremos todo aceleradamente, que no tenemos ese instinto de los tiempos en los que hay que aplicar la política. Ocurre, sin embargo, que aquel presidente falló estrepitosamente en la aplicación de su calendario, y me temo que lo mismo le puede ocurrir a Rajoy, cuyo aprecio por la clase informadora no es mucho mayor que la de aquel antecesor a quien no quisiera nombrar.
Escucho a Miquel Roca (por boca de mi querida compañera Pilar Cernuda, ya que él no ha querido sino que le leyesen un texto) apostar por revivir el espíritu de diálogo de la transición: paciencia, concordia y diálogo, recomienda. Tres palabras, con las que supongo que todos estamos de acuerdo, fáciles de pronunciar, pero difíciles de aplicar. Pienso que gentes de la estatura de Miquel Roca, o del mejor Jordi Pujol, o del Tarradellas que, tras pelearse con Suárez, salió diciendo a la prensa que todo había ido muy bien, nos convendrían mucho más que este Más (perdón por la redundancia), que no puede ir a menos (perdón por el mal juego de palabras). Y gentes de la estatura del mejor Adolfo Suárez, o del mejor Felipe González (también tuvimos una buena dosis del peor), incluso del primer Aznar (vade retro el segundo), nos vendrían muy bien ahora, cuando las gentes que rodean a Rajoy y a Rubalcabe les impiden ver el bosque del pacto, empeñados en ver el árbol de la rencilla puntual.
Y, así, a quien toca tener paciencia es a nosotros, los ciudadanos que andamos por la calle sin paraguas y confiamos en que el paso del tiempo se realice en el sentido que conviene…
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