Personalmente, me alegro del nacimiento de Doña Leonor. Hacen falta seguridades jurídicas, aunque mañana tengamos que debatir en las Cortes, en los medios y en la calle (hay un referéndum previsto) unas reformas constitucionales que darán pie a que se hable de la dicotomía Monarquía-República. Supongo que yo, como la mayoría de los españoles, no soy monárquico institucional. Tampoco republicano, supongo. Con Juan Carlos no nos ha ido mal, ni tiene por qué irnos peor, a priori, con quien será Felipe VI. Que tendrá que ganarse la Corona día a día, imitando algunos gestos de su padre y evitando caer en algunos de sus errores, perdonables, supongo, en el actual Monarca, pero no en su sucesor.
¿Soy optimista o pesimista, según se mire, acerca de la continuidad de la Monarquía? Si expreso mi punto de vista personal, diré que prefiro, en tiempos de crisis, no hacer mudanzas. O que los experimentos, con gaseosa. Europa se mueve hacia quién sabe dónde, el debate territorial nos llevará a donde nos lleve, el sistema de partidos, o, mejor dicho, los partidos, cada día decepcionan, tal como actúan, a más gente. No hay más que ver la negligencia con la que han abordado la reforma constitucional sobre la sucesión en la Corona, abocándonos ahora a apresuramientos, agobios y riesgos que hubiesen sido perfectamente innecesarios si, por ejemplo, esta reforma, consensuada, se hubiese hecho en tiempos de Aznar, aprovechando la convocatoria de elecciones para disolver las Cámaras y celebrar el preceptivo referéndum.
Pero no. La clase política está en lo que está: en un debate estatutario innecesario que se les ha ido de las manos; en discutir bobadas acerca del término ‘nación’ o si a la unión de parejas homosexuales se le debe o no llamar "matrimonio". Y claro, ahí seguimos con las mismas corruptelas en la financiación de los partidos (la corrupción del ladrillo, lo llaman), seguimos con la reforma eleectoral varada, con el Gobierno que no funciona, con un medio ambiente que se nos pudre, con la sanidad, la educación y la cultura oficial cada vez más deterioradas.
Ahora vendrán los debates sobre si son galgos o podencos, si primero es la reforma o el nacimiento del varón segundo hijo de los Príncipes. Y todos apasionados por el blabla de nuestros políticos. No, la niña que ha nacido nada de culpa tiene de esto, y bastante menos que otros sus padres (siento discrepar, una vez más, de los artículos que mi amigo Paco Vilariño escribe en diariocritico). A mí, ya digo, me caen bastante bien los padres, los abuelos y estoy dispuesto a que me caiga bien la niña, que ojalá llegue con el pan de soluciones de futuro y el fin de algunas incertidumbres bajo el brazo.
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