–La política española es como la liquidez: inaprehensible. Y transitoria. Todo pasa bajo los puentes de Sánhez…Que se lo digan a Pablo Casado, a Pablo Iglesias, a Albert Rivera, a Ivan Redondo…Sólo Sánchez permanece–
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La última imagen de la semana es ese vídeo del PSOE, acompañado de un nuevo lema, “defiende lo que piensas”, para ilustrar la precampaña electoral que culminará en las urnas autonómicas y municipales dentro de setenta y siete días. Estas últimas jornadas han sido, en todo caso, pródigas en otras fotografías, alguna tan impactante como la de Ione Belarra e Irene Montero solas, como amparándose mutuamente, en los escaños azules reservados al Gobierno en el Congreso de los Diputados. O como la del ministro de Seguridad Social, literalmente tapado por los periodistas a la puerta del Ministerio, respondiendo sin responder a las muchas preguntas que pululan sobre la novísima reforma de las pensiones. Muestras todas, a mi juicio, de esa política ‘líquida’ que amenaza con ahogarnos.
De alguna manera y si bien se consideran, son estas imágenes otros tantos ejemplos del vertiginoso cambio que se está operando en la vida política y social de España. Que el PP de Núñez Feijoo votase con el Gobierno una reforma de la ‘ley del sí es sí ‘contra la que votaba una parte de ese Gobierno debería ser indicativo de lo, repito el adjetivo, ‘líquida’ que es la política española, en el sentido que el genial Zygmunt Bauman quiso dar al término: una situación en la que las realidades sólidas se han desvanecido, dando paso a un mundo más precario, provisional. Un mundo más amparado en la apariencia que en lo tangible. Se abren todos los cajones de lo hasta ahora establecido en tantos ámbitos de nuestras vidas sin estar seguros de cómo cerrarlos, porque lo importante es la actividad por la actividad, la sensación de dejar atrás valores ‘caducados’.
De ahí lo inaprehensible que nos resulta toda esta danza y mudanza en nuestro entorno. Desde la propia reforma de las pensiones, que anticipa una batalla entre patronal y sindicatos (y Gobierno, claro) a lo que se pretende hacer con las universidades, pasando por la vivienda, todo galopa, sin sedimentarse, sobre nuestras cabezas. ¿Por qué camino se nos lleva?¿Qué pretenden quienes nos representan?
Pedir, en este contexto, a los electores que ‘defiendan lo que piensan’, que es el último desafortunado eslogan publicitario de quienes nos gobiernan, resulta una instrucción difícil de cumplir. Percibir bien las cosas para poder pensar qué es lo que nos conviene requiere que esas cosas nos sean presentadas de manera inequívoca, tras un debate entre las opiniones enfrentadas o discrepantes que nos ayude a percibir mejor la oferta y la demanda que se nos hace.
Pero ya se ve que no hay debate ni sobre los fondos ni sobre las formas y que el desconcierto es la única realidad segura que se percibe en el fondo de las encuestas a los ciudadanos. Y entonces las preguntas iniciales que uno se cree autorizado a hacerse son: ¿defienden quienes nos representan lo que piensan?¿piensan lo que dicen?¿dicen lo que piensan?¿Piensan? Y es que la liquidez impide ver el panorama con claridad. Quizá es lo que se pretende, quién sabe.
fjauregui@periodismo2030.com
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