Miren el debate con el que me he encontrado a propósito de uno de mis artículos. Resulta que un lector comenta, con todo el derecho, que mi posición sobre Camps, que no voy a repetir por archisabida (y que está en el artículo de referencia), está condicionada por la publicidad de la Generalitat valenciana.
Ello me ha llevado a una reflexión: la publicidad en Internet cada vez es menos directa entre el anunciante y el medio, y cada vez más está condicionada por esas grandes agencias (AdLink, Antevenio, Google…), y otras no tan grandes, que son quienes contratan bolsas de anunciantes y distribuyen la publicidad entre los medios que contratamos con esas agencias. Lo curioso es que, así, el medio pierde incluso la noción de quién va a anunciarse en sus páginas. Y pierde hasta el control de dónde se colocará esa publicidad, porque habitualmente las agencias sitúan los banners junto a aquellas noticias que algo tienen que ver con lo anunciado, aunque sea solamente vía palabras de referencia.
Ello, a veces, produce efectos curiosos y no sé si muy deseables para el medio, porque da la impresión, como dice el comentarista TnMs a mi artículo sobre Camps, de que una información estuviese directamente ‘patrocinada’ por el anunciante.
Pero es un proceso difícil de alterar, como tantos otros en este vértigo de Internet, que está cambiando usos, costumbres y maneras de informar y de informarse.
Otra cosa es cuánto influya o no la publicidad en lo que se publica. Supongo que sí influye algo, o bastante, según los casos: hemos visto procesos a poderosos escondidos bajo titulares mínimos en las páginas pares de los periódicos, y nadie puede dudar de que los conflictos laborales o sociales en determinadas grandes empresas experimentan un ‘efecto sordina’ en los medios, que empequeñecen las malas noticias y magnifican las buenas que afectan a esa empresa o institución en particular. Negar esto sería tan absurdo y temerario y, por ende, tan falso, como afirmar que todo es publicidad en los medios informativos, y que la publicidad condiciona absolutamente lo que se publica. Ni los medios son tan puros como quisiéramos ni están tan vendidos como algunos, quizá interesadamente, pretenden. Hay que incluir, en todo caso, el ‘factor publicidad’, como el factor ‘tendencia política’ o el factor ‘quién es el dueño del medio’, a la hora de acercarse a este proceloso mundo de la información; pero, al final, la media aritmética da resultados bastante fiables.
Por último: nunca falta quien, por discrepar de la opinión de un periodista, y hasta desconociendo los hechos, nos acuse pura y simplemente de alquilarnos al mejor postor. Y, así, ven intenciones equívocas o inconfesables tras todo lo que se publica. Solamente quiero decir que la última persona a la que le escuché, directamente, decir esto fue al dictador Obiang Nguema, refiriéndose al trato que recibe de la prensa española. Fue en una agitada rueda de prensa de la que tuve ocasión de informar desde Bata hace una semana.
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