Lo siento mucho por José Montilla como persona humana, que dicen los redundantes. Pero tiene que marcharse. Está haciendo un daño enorme al Gobierno de Zapatero, a la clase política catalana, al Ministerio de Industria, al PSC, a los intereses catalanes en el resto de España, a la OPA de Gas Natural sobre Endesa…en fin, a todo lo (mucho) que toca. Y es que no se puede ser tantas cosas a la vez. No se puede estar el viernes, desde el Consejo de Ministros, dando una tele a los amigos de Barroso (Miguel, no José Manuel Durao), el sábado en un mítin del PSC poniendo a parir al PP, el domingo desayunando con el presidente de la Caixa y el lunes, en maitines con Zapatero, un suponer. Además de ser honrado, Montilla, hay que parecerlo, y conste que yo no presupongo más culpas que la falta absoluta de estética que ha presidido la financiación de nuestra clase política durante treinta años (lo de antes lo dejamos al margen). Y eso que en Cataluña la cosa parece que está aún un poco peor, para qué nos vamos a engañar.
Montilla ya no tiene quien le defienda. Ni siquiera los pelotas de su Ministerio (el director de Comunicación ya no se pone a los periodistas). Ni La Moncloa. Ni, casi, Rubalcaba, que es el genio de la lámpara a la hora de las causas perdidas. Antes de que tengan que cesarlo en una remodelación más amplia del Gobierno (que ZP tendrá que hacerla pronto), Montilla debería tener un poco de vergüenza torera y largarse, en lugar de atacar a todo el mundo. Yo sólo siento que su marcha parecería dar la razón a FJL, el gran talibán insultador y matón. Y no, no es porque lo pida federiquín por lo que debe Montilla largarse, sino porque queremos tener la sensación de que nuestra política es cosa limpia. Por eso debería largarse también FJL. Qué alivio sería ambas cosas, oiga.
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