Julio. Mes en el que todo puede ocurrir y, si no, véase la historia. Ignoro si Zapatero está preparando sus vacaciones veraniegas con tanto detalle como Rajoy, que ha aplazado decisiones importantes en clave interna hasta el regreso, allá por septiembre. Pero está claro que, para el Gobierno socialista, el curso no ha concluído, por mucho que el Parlamento haya cerrado sus puertas y que uno de los actos más importantes previsto para finales de este mes, la conferencia de presidentes autonómicos, haya quedado aplazado también (en principio) para septiembre. Lo mismo que la ‘cumbre’ Zapatero-Rajoy, que debería haber tenido lugar inmediatamente después de las elecciones gallegas. Exactamente igual que un nuevo encuentro entre ZP y el lehendakari Ibarretxe, una reunión que hubiera sido lógica tras la investidura del segundo. Así que da la impresión de que el nuevo acelerón se deja para lo que antaño, con algo de cursilería, llamaban ‘la rentrèe’, la vuelta cansina de las vacaciones. Solamente atisbando algo más a fondo percibimos señales de que la lucecita en La Moncloa sigue encendida y que algo debe andar cociéndose allí. Ni más ni menos que la búsqueda, dicen algunos medios, de una vía negociadora con ETA.
Zapatero se ha empeñado en esa vía y dicen que mantiene un contacto bastante fluído (telefónico) con el presidente peneuvista, Josu Jon Imaz, y también, algo más espaciado, con el propio Ibarretxe, aunque no se reúnan físicamente. Lo cierto es que no le han salido bien hasta el momento a Zapatero las cosas en el País Vasco. Cierto que recibió algún mensaje de ETA que podría haber alentado algunas esperanzas. Pero ¿qué ETA se comunicó con el Gobierno socialista?¿La misma de la bomba en el estadio de La Peineta, la misma que podría volver a sus ‘campañas de verano’ con explosivos en zonas turísticas y acaso en Madrid para boicotear ya del todo la posible venida de los Juegos Olímpicos 2012?¿O fue más bien la ETA de Josu Ternera, enfermo y ‘aparcado’ por la banda del terror, que tengo para mí que está bastante localizado y emitiendo señales hacia La Moncloa? Y en cuanto al PNV, ¿con qué PNV se entiende Zapatero? ¿Con el posibilista de Imaz, con el tozudo de Ibarretxe, con el imposible de Egíbar-Arzalluz?
Lo peor de Euskadi es que todas las fuerzas están divididas: el PNV, Eusko Alkartasuna, el Partido Socialista, los populares –que animan distintas estrategias de rechazo al nacionalismo– y hasta Batasuna, donde conviven, parece, diferentes opiniones acerca de la necesidad de negociar con el Gobierno y romper, si posible y necesario fuere, con ETA. La propia banda estaría, dicen los expertos policiales, fracturada entre los que quieren proseguir la vía armada y quienes ya ven que ese es un camino imposible, que no lleva a parte alguna. Y, ya que estamos en ello, da la impresión de que en el propio PSOE no todos siguen las huellas de Zapatero en lo referente a la negociación con ETA. Hay quienes no acaban de comprender "las cosas que está poniendo en marcha este desconcertante (frase de un conocido parlamentario socialista) presidente nuestro". Puede, incluso, que ZP tenga claves que los demás mortales desconocemos, pero que él no explica. Pero puede que no, que su información haya sido mal procesada y analizada. En ese caso, andaríamos bastante perdidos. Me parece que antes del fin efectivo del curso vamos a saber alguna cosa más en relación con el diálogo con ETA. Y sobre otras varias cosas.
Zapatero nos ha mostrado, en sus quince meses asentado en un poder que no es absoluto, pero que a veces lo parece, que es hombre de intuiciones brillantes, pero no de reflexiones profundas. Ni es el perezoso que nos quiere presentar la oposición, tal vez para cubrir así sus propios déficits, ni el mago de la varita benéfica que nos dicen sus muchos y nuevos admiradores. ZP es, simplemente, un hombre con una idea más o menos precisa de lo que ha de hacerse para regenerar, en un sentido muy clásico del término, España. Está dispuesto a salvarnos de nuestros demonios familiares incluso a pesar de nosotros mismos. Pero, sobre todo, tiene una cualidad que lo convierte en atractivo y, a la vez, en enormemente peligroso: a su toreo le echa un valor suicida, fiado en la buena suerte que siempre lo acompañó. Otros, tan mal asesorados y tan bien intencionados como Zapatero, ya se estrellaron en esos terrenos tan pantanosos. Sobre todo, ya decimos, cuando se planteaba la por otro lado imprescindible negociación con los locos del terror. Que sigue siendo el gran tema. Yo, por mí, que negocien cuanto antes; será, sin duda, lo menos malo.
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