La pelota está en el tejado de Alfredo Pérez Rubalcaba. Un hombre que se desdibuja, que parece decidido a dejar en manos de su ‘número dos’, la activa Elena Valenciano, la portavocía de la oposición más dura al Gobierno del Partido Popular. Creo sinceramente que Rubalcaba asumió la candidatura del PSOE en las pasadas elecciones generales sabiendo –lo sabía todo el mundo– que perdería por goleada;. Y creo que después se enfrentó en el congreso socialista a Carme Chacón porque pensaba que ella aún no estaba madura para asumir la responsabilidad que le cabe ahora al partido que ha de enfrentarse a un PP con mayoría absoluta en España, sí, pero con una debilidad extrema ante una Europa que se cree con el derecho, y quizá con el deber, de intervenir hasta en los menores detalles de las cosas que pasan y pasarán en nuestro país.
Así, Rajoy, con todos los escaños a su espalda que usted quiera, con el control de una abrumadora mayoría de comunidades autónomas y de los ayuntamientos más importantes, se está viendo obligado a tensar cada día un poco más cuerda para frenar la amenaza, real o no tanto, de una intervención de la UE que destrozaría para muchos años tantas cosas, entre ellas la imagen de la “orgullosa España” y, claro, el estado de bienestar de los españoles. A partir de esta semana, Mariano Rajoy y su Gobierno piensan acelerar las reformas. En el Parlamento, el jueves va a ser un día clave. El PP hará aprobar la Ley de Estabilidad, la reforma laboral –no se aprobarán, por supuesto, las enmiendas a la totalidad–, el decreto sobre medidas tributarias, la amnistía fiscal…Todo ello, es de suponer, contando con el rechazo de los restantes grupos parlamentarios, puede que el catalán incluido.
Y eso que, en el primer punto, la Ley Orgánica de Estabilidad Presupuestaria, en la que el desacuerdo ha sido tal que los ‘populares’ forzarán un pleno extraordinario para aprobarla, se partía del pacto que alcanzaron el pasado mes de agosto el entonces presidente Zapatero y Rajoy para reformar la Constitución (artículo 135) en esta materia. Estamos, pues, en pleno retroceso en cuanto a consensos. Mala noticia.
Sin duda, Rajoy no ha hecho el suficiente esfuerzo de diálogo con las otras fuerzas políticas, comenzando por el PSOE, para evitar la sensación de que hace aprobar en solitario el tremendo ajuste que incluye unos Presupuestos que no parecen haber satisfecho a nadie, tampoco a los mercados exteriores ni a la UE. Pero tampoco desde la otra orilla se le han tendido más que manos retóricas.
Sería muy egoísta y muy corto de miras el PSOE si se limitase a pensar que todo lo que está ocurriendo, incluyendo las descalificaciones de Monti, Draghi y Sarkozy a la política económica española, solamente sirve para desgastar al partido que hoy gobierna en España. Me ha extrañado, y preocupado, la falta de apoyo de los socialistas al Ejecutivo de Rajoy frente a los ataques exteriores. Claro que también me ha preocupado la placidez con la que el Gobierno del PP ha asumido los ataques del presidente francés, alegando que son críticas ‘a los socialistas’. Las contradicciones, las paradojas, los sinsentidos, como se ve, se multiplican.
Así las cosas ¿cómo pensar en un acercamiento parlamentario –lo que disfrutarán algunos ‘mercados exteriores’ con la polémica que, si alguien no lo remedia, se avecina esta semana–? ¿Cómo imaginar siquiera que estas dos fuerzas políticas, para no citar ya a las demás, puedan llegar a un pacto de alcance? Y lo curioso, o lo trágico, es que son muchos los ciudadanos que piensan que, frente a la presión extrema de los mercados exteriores, más que la cesión continua sería conveniente la presentación de un acuerdo nacional, de un frente para negociar con más fuerza con la UE.
Rajoy está absorto, obsesionado, dicen los pocos que han hablado con él, con llegar a cumplir los variables mandatos que llegan de Europa; quizá haya que pedir a ese Rubalcaba con cada día más serios problemas de imagen el nuevo sacrificio de ser él quien tienda pública y definitivamente la mano para proponer un enorme pacto de Estado, en torno a ocho o diez puntos, que a los españoles nos haga recuperar el orgullo de serlo. ¿Será capaz ese Rubalcaba que yo ceo que sabe que su carrera política está llegando a su término de dar esa inmensa, generosa, zancada?
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