Ante un accidente como el ocurrido hoy en Barajas, te obligas a meditar sobre muchas cosas. Y siempre, siempre, sale lo peor de la condición humana a flote. A veces, también lo mejor, pero ello es más excepcional. Lo digo al hilo de las reflexiones que me han producido alguna respuesta al artículo que, en medio de la conmoción, envié esta mañana (hora boliviana) comentando la tragedia.
Ceo que los pasajeros deben, debemos, denunciar las condiciones en las que volamos, sobre todo en estas épocas vacacionales. Que las compañías, algunas compañías, se enteren de que no somos ganado, sino ciudadanos, que tenemos nuestros derechos y hemos pagado nuestro billete. Si no tienen más capacidad, que no admitan ni más pasajeros ni más vuelos. Pero pienso que todo, incluyendo este accidente tremendo, parte de lo mismo, que me parece que es denunciable: algunas empresas tratan de llevar el negocio más allá de lo razonable, sobre todo cuando existe exceso de demanda y la oferta sigue siendo, básicamente, la misma.
Hay quien ve en la denuncia de cada caso particular un interés espurio. ¿Por qué? Hay gentes incapaces de ver la grandeza de la crítica, de la denuncia justificada. No faltan quienes, acaso mirándose al espejo, ven razones egoístas tras cada actuación de los demás.
Pues yo pienso seguir denunciando, ante los pocos o muchos que me escuchen y aunque ello excite la mala milk de alguno, una situación que más de una vez he dicho que era potencialmente peligrosa: tratar al viajero como una cifra económica, como un negocio simplemente. Ya sé que ello tiene vertientes menos importantes, o menos graves –el overbooking–, y otras que pueden tener una trascendencia mucho mayor, como la insuficiente vigilancia de los aparatos. Pero pienso que todo nace del mismo mal.
Ahora, tras la tragedia, todos nos acusaremos a todos, unos pasarán la patata caliente a otros. Los periodistas creo que tenemos la obligación de contar lo que pensamos que está mal, y, si podemos hacerlo en primera persona, porque nos ha ocurrido a nosotros, y creemos que puede ser un mensaje que modifique conductas, pues mejor. Lástima que haya quien no lo vea así, lástima de veras. Hay gentes que se califican por sí solas, especialmente cuando actúan con la impunidad del anonimato y el insulto como puñal cachicuerno.
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