¿Lapsus?¿Rajoy un lapsus? Amos, anda…

La España de la anécdota ha dado no pocas vueltas al presunto ‘lapsus’ de Rajoy diciendo, en una cena cuyos conmilitones eran, además, entusiastas, que “hay que prepararse para las elecciones”. ¿Una equivocación, patinazo freudiano? ¿O más bien un aviso a navegantes, un mensaje dirigido a alguien desde terreno propicio? Uno, considerando lo infrecuente de cualquier improvisación en la mente del presidente, tiende más bien a inclinarse por la segunda hipótesis. Un aviso a navegantes en barco propio y en pateras ajenas. Porque ni siquiera al Partido Popular le interesaría que la Legislatura se interrumpiera en mayo para dar paso a unas nuevas elecciones. Y, además, ¿por qué iba a hacerlas? Digan lo que digan algunos en el ‘cuartel general’ de los ‘populares’, a Rajoy el pacto no escrito con los socialistas le va de maravilla: parece que cede algo para que, parodiando a Lampedusa, lo sustancial siga igual. Y lo sustancial, para él, es permanecer en La Moncloa otros tres años, por lo menos. Y, como él diría, sin líos.

No, no va a ser esta, presumiblemente una Legislatura ni corta ni frustrada. Pienso que tanto Rajoy como los socialistas, y puede que hasta una buena parte de los nacionalistas, han aprendido la lección de los políticamente horribles, y por eso tan rentables periodísticamente, meses pasados. Si uno compara las cosas que se decían socialistas y ‘populares’ allá por diciembre de 2015 con las actuales muestras de respeto y de colaboración cocinada desde ‘cumbres’ telefónicas de Rajoy y Soraya Sáenz de Santamaría con Javier Fernández, Susana Díaz y Antonio Hernando, habrá de concluir que las cosas han mejorado sustancialmente, desde el punto de vista del realismo y el pragmatismo. Al inquilino de La Moncloa le conviene un período de sosiego, sacar adelante los Presupuestos, concluir en paz el congreso del PP, que le reelegirá como presidente del partido ante la previsiblemente clamorosa ausencia del ‘enemigo interno’ Aznar , y, encima, pasar a la Historia con mayúsculas como el hombre –sí, él, tan presuntamente inmovilista— que impulsó reformas importantes para España. Empujado a ello, eso sí, por la leal oposición.

Incluida entre las reformas, por supuesto, la constitucional. Doy por buenas las hipótesis según las cuales entre el presidente asturiano y de la gestora del PSOE, Fernández, y Rajoy se ha establecido una buena línea de entendimiento que abarca el concepto de que es conveniente –imprescindible—reformar aspectos sustanciales de la Constitución, pero de ninguna manera abriendo, como quiere Podemos, un proceso constituyente. No está, ciertamente, el horno para esos bollos, y pienso que PP, PSOE y Ciudadanos deben acelerar un acuerdo, que ya estaba previsto en los pactos PP-Ciudadanos, para poner en marcha no más tarde de enero una subcomisión parlamentaria al afecto. Sin prisa y sin pausa, como las estrellas, que decía Goethe.

Creo que los tres partidos –los tres. Sería una equivocación minimizar la presencia de Albert Rivera, que es quien diseñó el marco actual: es necesario superar la tentación bipartidista– y sus líderes actuales saben que no emprender una etapa reformista a todos los niveles, incluyendo un lazo común para dialogar con los nacionalistas, sería peligroso. Sobre todo, por la indefinición de Podemos en cuestiones tan sustanciales como el ‘procés’ abierto por la Generalitat y también por el rechazo de la formación morada a la pervivencia de la Constitución de 1978, que no quieren que sea reformada, sino sustituida por otra mucho más rupturista con el actual sistema. Al final, me parece que es a Podemos al único que le beneficiarían, auxiliado además por el gran montaje que están haciendo en torno a Vistalegre II, unas prontas elecciones.

Decia Pìo Cabanillas aquello de que “ahora, lo urgente es esperar”; puede que en su momento lo fuese, pero en estos momentos lo urgente es actuar, consolidando esta normalización política a la que me parece que nos asomamos. Tenemos, al fin, derecho a la esperanza: no es hora ni de ‘lapsus’ más o menos buscados, ni de ocurrencias mejor o peor intencionadas.

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