Me temo que, antes de que llegase Botín con sus consejos (o advertencias), algunos ya habíamos dicho que unas elecciones anticipadas eran inconvenientes. Porque distraerían los trabajos necesarios y porque quien llegase quizá no se atrevería, como ya no le queda más remedio que hacer a Zapatero, a abordar los cambios y trabajos necesarios –parece que son necesarios: lo dicen Merkel y Sarko, luego así debe ser, qué remedio– para seguir respirando.
Unas elecciones anticipadas, tras las municipales y autonómicas, significarían un adelante de apenas unos cinco meses, desvirtuando una dinámica que ahora parece ir a mejor ritmo.
Dejemos que Rajoy gobierne cuando le toque –no me cabe la menor duda de que será él quien ocupe La Moncloa– y, mientras, arreglemos la casa, abrasándose en el empeño quien tiene que abrasarse, puede que porque se ha ganado esa hoguera a pulso. Luego ya analizaremos porcentajes de culpas y de despropósitos…A mí me gustaría que los odiadores profesionales, los divulgadores de eslóganes, los que piensan en blanco o negro sin más, considerasen las cosas más globalmente.
Yo he dicho muchas veces que Zapatero tiene como única salida eso: la salida. Pero, mientras, tiene que ordenar la casa, ayudar a poner en su lugar a alguien que salve los muebles y quizá que pacte con quien gane las elecciones (a sea, Rajoy) las reformas de fondo y forma imprescindibles. Esto no les gusta a algunos detractores profesionales, pero no queda más remedio –a mí no me queda otro remedio– que procurar climas más templados: es o que me toca, es lo que toca. Porque la época que viene es, indudablemente, la del gran pacto.
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