Siempre que puedo, invito a quien me escucha a viajar a América Latina. O sea, nuestra Iberoamérica, que todavía hay quien se pelea por esas cosas de concepto ramplón (hay muchos funcionarios en España que viven del concepto Iberoamérica). El caso es que América Latina, o Iberoamérica, es una prolongación necesaria, como necesarios somos para ellos como puente hacia una Europa que no se estera aún de todo esto. Pero que sepan, acá, allá y en Bruselas, que dentro de dos generaciones presidirá España un nieto de inmigrantes ecuatorianos, pongamos por caso. Y eso será enriquecedor, más allá de las xenofobias actuales.
El caso es que presentamos nuestro diariocritico en la capital DF y nuevamente me he convencido de una cosa: en México es más fácil hac er cosas, prosperar, tener iniciativas. En esta España, en esta Europa donde todo está tan reglamentado y compartimentado, tan medido y tasado, las ideas son mucho más difíciles de llevar a la práctica.
Y, luego, cuando llegue la hora, a retirarse allá, que aún no han terminado de pavimentar del todo la costa y las montañas.
Ya sé, ya sé que hay injusticias, desigual –enormemente desigual– reparto de la riqueza. Pero, por eso mismo, da la sensación de que hay mucho más que hacer que aquí, donde todo está dicho, escrito y casi hecho. Acá a vaces falta el aire.
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