Europa se juega su futuro en la segunda vuelta de las elecciones francesas … y aquí sin entender el mensaje. Por ejemplo, la derecha, que se pone de perfil ante la corrupción, y hablo tanto de la Francia de Fillon como de la España de Ignacio González y tantos otros. Y la izquierda, empeñada en sus batallas intestinas sin darse cuenta, por ejemplo, de que ‘socialdemocracia’ es un término que empieza a oler a rancio. Porque los partidos socialistas se hunden, y, sin embargo, esta no ha sido una realidad suficientemente constatada y analizada en las tres campañas paralelas que discurren por nuestro país esperando imponerse en unas primarias que ya veremos en qué nuevo dislate resultan.
Los españoles estamos como anestesiados ante la constatación de que este ha sido un país políticamente corrupto, quizá porque sabemos, o intuimos, que ya no lo es tanto. Algo semejante me parece que les ocurre a los franceses cuando el magnífico ‘Canard Enchainé’ les cuenta las trapisondas ‘familiares’ de Fillon, tenido por la rectitud en persona hasta que el semanario satírico empezó a sacar sus vergüenzas. Y los españoles estamos como apáticos ante el debate interno de la izquierda, quizá porque sospechamos, como les ocurre, y lo he constatado nuevamente estos días, a los franceses, que es un debate sin sustancia: tanto da Benoit Hamon, que salió vencedor en las primarias del PSF con un programa incumplible, como Manuel Valls, que presume de tan moderado que ni siquiera apoyará al candidato de su partido, sino al centrista Macron. Que es quien más posibilidades tiene a día de hoy de, mediante alianzas y apoyos forzados, ser el próximo presidente de la República francesa, Dios nos oiga.
Nos preguntamos por qué ascienden los populismos. Pues precisamente por eso: porque en la derecha se instaló el pillaje y en la izquierda se agotó un mensaje sincero a favor de la ciudadanía. Y entonces, esa ciudadanía reacciona echándose en brazos hasta del diablo, sea extremista de derecha o de izquierda, suponiendo que el uso de esta clasificación tenga ya algún valor. Está ocurriendo en Francia, en Gran Bretaña –hay que ver cómo ha dejado Corbyn el laborismo–, en Italia, hasta cierto punto, pero mucho menos, en Alemania, donde Merkel es una referencia única de estabilidad y ganará sus elecciones de septiembre, aunque en gran coalición con el otro único socialdemócrata europeo que ha entendido el mensaje, o sea Martin Schulz. Y, claro, aunque con el retraso de siempre, está ocurriendo en España, donde Rajoy gana elecciones casi por inercia y por incomparecencia del contrario.
Veremos cómo reaccionan nuestros socialistas, a punto de batirse ya en las primarias, ante lo que ocurra en Francia. Seguro que ninguno dirá que es que el mensaje vigente en la Internacional Socialista de los tiempos de Mitterrand o Willy Brandt –o de Felipe González—ya no sirve. Y seguirán con los mismos, cansinos, tópicos que les estamos escuchando cuando les entrevistan pacientes colegas en los medios de comunicación, más porque nos sentimos obligados a respetar las reglas del juego de siempre que porque pensemos que lo que digan interesa a los lectores, oyentes a telespectadores.
En ese sentido, tal vez las elecciones del vecino galo sirvan para que algunos de por aquí pongan sus barbas a remojar. Los franceses son un pueblo culto, muy maduro políticamente, con un altísimo nivel de debate en los medios y en la calle. La campaña, que he podido seguir a trozos, ha sido muy interesante, porque los distintos modelos de sociedad han quedado patentes: ya no se puede engatusar a la gente con palabras huecas. Ni con promesas que todos saben que no se cumplirán. Pero eso, por estos lares, aún no lo han entendido quienes aspiran a representarnos y se aferran a la ‘vieja política’. Esa que hace que haya gentes cercanas al presidente que dicen, como alguien significativo me dijo a mí hace un día, que ‘menos mal que Mariano (Rajoy) se marcha a América esta semana y podrá descansar de todo el escándalo de Ignacio González’. Así que hala, a seguir haciendo (mentalmente, digo) las Américas, o sea, a seguir mirando hacia otro lado, como si lo de aquí dentro no tuviera solución. Que yo creo que la tiene, vaya si la tiene.
fjauregui@educa2020.es
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