Me ha sorprendido, como a todos los colegas, la designación presidencialista (una más) de Nieves Goicoechea como secretaria de Estado de Comunicación, en sustitución de Fernando Moraleda, quien, a su vez, sustituía a Miguel Barroso, que reconozco que es una de mis obsesiones: medra a través de sus contactos, de su esposa, de sus circunstancias, de sus socios y todo gracias a la influencia que halla en Zapatero. No entiendo esta influencia, cuando tantos de sus consejos han sido erróneos, por decir lo menos, y nefastos, por decir lo más. Pero, en fin, allá ZP si sigue creyendo que son Barroso y su muchachada lo que le hace ganar elecciones, aunque a MB haya que reconocerle que sabe montar charangas y paradas militares: con deciros que ya le llaman ‘el coronel Barroso’…
Con tan largo exordio quiero decir que me parece que Nieves Goicoechea no es del todo ajena a la longa manus de Barroso, cuya sombra temo que sigue proyectando su odio hacia la prensa digital, en general, y hacia algunos de los que en ella nos desempeñamos (pero no nos despeñamos) en particular. No prevalecerá. Porque estoy seguro de que Nieves, al fin y al cabo un peón en la estrategia contra Prisa, no va a caer en la trampa del sectarismo feroz del mentor de mentores, el amigo de Carlotti, el (inicial) favorecedor de Federico…Un día de estos voy a escribir un serial sobre el ‘superasesor en la sombra’ de Zapatero. De momento lo anuncio para dar emoción a la cosa, tachín.
Apenas soy un periodista más, que sería del montón si no fuese porque llevo ya más años en esto que la mayoría; no tiene mérito, y está al alcance de cualquiera que sepa esperar y aguantar lo suficiente. Pero, desde este rincón tan modesto, por supuesto que –cien días de gracia, y más, si falta hiciere– brindo mi apoyo a Goicoechea, a quien conozco y tengo por persona discreta, en lo que sea apoyable. Confío en que malos consejos y peores consejeros no le hagan meter la pata; me parece que todos queremos paz y concordia en este sector tan crispado. Así que bienvenida, Nieves, compañera en pasillos del Congreso, en algún viaje presidencial y en decenas de batallas periodísticas. Al fin y al cabo, es uno de nosotros.
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