Vuelvo a ser optimista.Y, pese a que mi amigo Félix Madero se declara harrrrto de mis predicciones en este sentido, estoy convencido de que el reloj de la historia hará que Zapatero y Rajoy acaben pactando, y pronto, en bastantes cosas, en cosas que nos interesan a usted y a mí. Hay signos alentadores. Hemos entrado en una legislatura de talante totalmente diferente a la crispada del cuatrienio anterior: ya ni Federico, el terrible FJL, tiene las garras que tenía; laus Deo, que dicen sus jefes.
No, ya no estamos, quiero creer, en la era de los federicos, de los alcaraces, de los peones negros de alma más negra aún, de las conspiraciones, del ‘fru fru’ de ciertas sotanas. Me parece que ha acabado, o está acabando, una era negra, en la que a mí no me gustaban ni Zapatero ni Rajoy. Ni los demás, claro. Ahora me gustan más: les escucho cosas que me gusta oir. Ya sé que las buenas noticias no son noticia, pero no me importa: prefiero un país respirable, en el que ciertos tipos no traten de llevar el agua a sus molinos. Un país en el que algunos no se empeñen en ordenarnos nuestro mundo, y siempre, por cierto, al margen de las urnas.
Y ellos dos, que tanto poder tienen entre los dos –el que les da, legítimo, un total de casi veintidos millones de votos–, deben pactarnos muchas cosas: el liderazgo mundial de la lucha contra el hambre, esa enfática, grandilocuente, aspiración de ZP, que a mí me ha entusiasmado oír; la pelea contra el horror de ETA, de los islamistas. Una nueva legislación electoral menos injusta y una Constitución –la misma, actualizada– más moderna. Que se acabe esta manipulación de la justicia, que no tengamos que ver a más subsaharianos medio muertos. Que no sea susceptible de buscar votos el estanque de cuya pesca dependemos todos: la crisis económica requiere que todos arrimemos el hombro, sin distinción de rosas o gaviotas. Y, en este saco mezclado de cosas, hay que constatar que el lehendakari se va mereciendo un gobierno de coalición entre Patxi López y los ‘nuevos’ del PP, que, la verdad, me parecen bastante más realistas que los viejos. Ahora, esa coalición es posible, y que acabe el añejo reinado de los ibarretxes tozudos y fanatizados.
¿Que esto parece aquello de ‘tengo un sueño’ de Luther King? Puede que sí, pero los impuestos de los que ‘ellos’ viven los pagamos nosotros, y allí están porque nosotros los hemos votado. ¿Acaso no tenemos derecho a exigirles que hagan realidad estos sueños, acaso no podremos gritarles, de nuevo, ‘seamos realistas, pidamos lo imposible’?
Pues eso: atentos a lo que salga de La Moncloa el día 23. Puede que algunos sueños se materialicen, Dios me oiga, nos oiga.
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