Lo que le espera al Rey esta noche…y en los meses que quedan. NO le envidio, no

Naturalmente, la foto más buscada en la noche de este domingo no era la de los ganadores de los Oscar ni el último gol de Messi: era la del Rey Felipe VI en la cena barcelonesa del World Mobile Forum, junto –es un decir– al president de la Generalitat, Quim Torra. Un hombre que ha hecho del antimonarquismo una de las señas de identidad de su, vamos a llamarla así, política. Felipe VI, más aún que Pablo Casado, incluso más aún que Inés Arrimadas o que el mismísimo Albert Rivera, es el enemigo a batir por quienes propugnan la República Independiente de Catalunya, sin percibir que esa es una quimera imposible, tanto en este sistema monárquico como en uno republicano.

Pero desgastar la imagen del monarca, que es el jefe del Estado, es un mal negocio para unos y para otros, porque abrir ahora ese melón tendría consecuencias difíciles de imaginar en este momento, tanto para los ‘indepes’ como para el resto de los españoles. Y no conviene que, al grito de Sansón ‘muera yo con los filisteos’, derribemos el ya agrietado templo de la convivencia nacional, en cuyos escombros acabaríamos sepultados.

Yo diría que Pedro Sánchez ha percibido, no sin retraso, la necesidad de preservar la figura de quien encarna ahora la Jefatura del Estado, y se intuyen algunas operaciones para rodear a Felipe de Borbón de marcos adecuados. Saben en el Ejecutivo (y en el Judicial, desde luego) que en cualquier momento ese ‘juicio del siglo’ que discurre más apaciblemente de lo que se esperaba –esta semana, titulares con Rajoy, Soraya Sáenz de Santamaría, Montoro e Iñigo Urkullu declarando como testigos–, puede estallar en cualquier momento en una proclama contra la actuación de la Corona. Ni siquiera el inteligente juez Marchena, acaso ni siquiera las diferentes tácticas de las defensas, podrían evitar que el juicio se les vaya de las manos si cae bajos los cascos del caballo de Atila que son los CDR dispuestos a paralizar Cataluña, aunque en ellos fracasen, menos mal, una y otra vez. Ellos sí se creen Sansón y a los demás nos consideran filisteos enemigos a batir.

Creo que la mejor ayuda procedente de la llamada ‘clase política’ que podría recibir el Rey sería la de subrayar la normalidad en esta campaña electoral que tan bronca se adivina. El miércoles asistiremos a la última sesión de control parlamentario al Ejecutivo, y de ninguna manera se debería repetir el espectáculo entre chabacano y mal educado de la semana pasada. La Legislatura, a punto de morir formalmente, debería hacerlo con dignidad, ya que ha vivido tan indignamente, al menos desde el punto de vista del Legislativo: habrían de hacerse unos funerales sin trucos, sin ‘decretazos’, sin abusar de la Diputación Permanente, sin broncas, sin…

Si verdaderamente existe una ‘relación de complicidad’ (Sánchez, imprudentemente, dixit en su tan traído y llevado libro) entre el jefe del Estado y el del Ejecutivo, habría de mostrarse efectivamente. O sea, no tratando de restar protagonismos internacionales al Rey y garantizando que los malos tragos que le esperan, cuando tenga que llamar a todas las fuerzas políticas representadas en el nuevo Parlamento, allá por finales de mayo, coincidiendo con las elecciones municipales y autonómicas, estarán libres de sorpresas.

Esas ‘llamadas a consultas’ del Rey, tan mal precisadas en la Constitución, aportaron lamentables episodios hace tres años, cuando incluso Mariano Rajoy dijo ‘no’ a la propuesta del jefe del Estado para que se sometiese a la investidura, que no tenía, desde luego, garantizada. Luego vino todo aquello de Pablo Iglesias, en mangas de camisa, proponiéndose como vicepresidente, responsable de los servicios secretos, de TVE, etcétera, tras su encuentro con Felipe VI en La Zarzuela. Un espectáculo que no debería repetirse, porque el camino hacia una investidura, aunque sea fallida, es muy serio y una de las escasas ocasiones en las que el monarca juega un papel políticamente destacado, un papel, que, en mi opinión, habría que reforzar mucho más que minimizar.

Usted, o yo, o cualquiera, puede, todos podemos, ser monárquicos, republicanos o indecisos entre una y otra fórmula. Lo que no puede ser es que Pablo Iglesias, el principal aliado de Pedro Sánchez, que es un ‘primer ministro’ que, como no podía ser de otra forma, ha prometido formalmente su acatamiento a la Constitución monárquica, aparezca un día, precisamente cuando se celebraba el aniversario de esta Constitución, elogiando ante micrófonos y cámaras a la República y atacando frontalmente al Rey. Sin que, por cierto, Sánchez, que ya digo que me parece que está reconsiderando sus tibios pasos en este terreno, afease esta conducta del líder de Podemos.

Allá Torra y su mentor en Waterloo si quieren derribar el templo; desde luego, los constitucionalistas –y Pedro Sánchez lo es, como espero que lo sean Iglesias y los demás—tiene que esforzarse, como decía el gran Adolfo Suárez, más bien en arreglar las cañerías y fortalecer las paredes del edificio que es la nación. En ello andamos, o deberíamos andar, en estas semanas trascendentales para nuestro futuro.

fjauregui@educa2020.es

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