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(Rajoy: ¿es de derechas? ¿de izquierdas?¿de centro? ¿O son estas clasificaciones maniqueas, absurdas, injustas? Lea lea…)
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Esta es la crónica que he enviado esta mañana a Off the Record:
La semana política que empieza
Rajoy debe decidir si es de derechas o de izquierdas (o de centro)
Fernando Jáuregui
Me decía Adolfo Suárez, siendo ya ex presidente y esforzándose por conseguir votos para su Centro Democrático y Social, que ser centrista no es ser de derechas en unas cosas y de izquierdas en otras: es un estado de espíritu, me indicaba, como ser nacionalista, o como ser optimista o pesimista ante la misma situación económica. El centro es un talante y requiere de un talento especial. A Suárez, quienes quieren dividir el mundo entre los de izquierdas y los de derechas, le llamaron, como si fuera un insulto, “socialdemócrata”, entendiendo sus detractores que había traicionado los principios de hombre del Movimiento con los que se aupó al poder. Sospecho que al ex presidente, que me dicen que pasa por momentos especialmente difíciles, y a quien cada día recuerdo con más nostalgia, le preocupaba poco la teórica división entre conservadores y progresistas, porque pensaba que había, hay, gentes ocupadas casi en exclusiva de encasillar a sus semejantes, quizá buscando ellos mismos algún acomodo, huyendo de la soledad del creador de fórmulas nuevas, del valiente que se independiza de modas y jaulas.
Por supuesto que esta reflexión inicial me la suscita esa aún no oficialmente convocada conferencia de prensa con la que Mariano Rajoy, dicen, concluirá el curso político, dando comienzo formal a unas breves vacaciones. La última vez, porque compareció este verano ante el Parlamento en sesión exclusiva, no se celebró esta rendición de cuentas ante los medios, que es probablemente el acto que más odia tener que cumplir el presidente gallego. Su incomprensión de lo que significa la profesión periodística abarca a todo y a (casi) todos mis colegas de profesión, creo. Y alardea de no leer jamás lo que los periódicos dicen de él, actitud en la que probablemente muestra acierto en lo que concierne a su paz personal.
Confío en que, efectivamente, la rueda de prensa del próximo viernes, sin limitaciones de tiempo ni de preguntantes más allá de lo razonable –La Moncloa siempre tiende a limitar la curiosidad de los chicos de la prensa–, tenga efectivamente lugar, porque hay mucho que inquirir. Y hasta indagar. Probablemente, nunca como en estos momentos de paso del Ecuador de la Legislatura habrá tenido más interés qué es lo que Rajoy-en-directo y sin plasmas, tiene que decir sobre lo que piensa hacer con el conflicto catalán, con la posición española en la UE, con sus llamadas telefónicas con Pérez Rubalcaba, con los impuestos –a ver, esa reforma fiscal pendiente–, con su Gobierno –a ver, esa crisis ministerial ya demasiado demandada—y hasta con el enfrentamiento reciente y durísimo con las poderosas compañías eléctricas. Eso, por poner apenas unas cuantas cuestiones sobre la mesa. Porque, en el fondo, estamos ante el cambio global de actitudes, de la forma de gobernarnos, y no estoy seguro de que el señor Rajoy, muchas de cuyas virtudes políticas he alabado y alabo, se dé cuenta de ello.
Está Mariano Rajoy ante un momento crucial de su trayectoria como jefe del Gobierno del Reino de España. Y él viene resolviendo la papeleta siendo, ora progresista en algunas actitudes económicas, en su independencia frente a todos –casi todos—los poderes, ora conservador, muy conservador, cuando toca legislar de nuevo sobre el aborto, sobe la confesionalidad de la enseñanza, sobre la seguridad ciudadana. Y ya digo que el centro, como enseñaba Suárez, no consiste en hacer la media entre las decisiones que tópicamente se atribuirían a la derecha y las que se corresponderían con la izquierda. No sé si ponerse a reformar la Constitución en diálogo paralelo con Rubalcaba y con Artur Mas sería de izquierdas o derechas –a usted, amable lector, ¿qué le parece?–. No sé si plantarse en claro desafío ante las eléctricas, ante los bancos –a veces–, ante los señores de la Agencia Tributaria, es o no propio de la izquierda, ni sé si una derecha inteligente se hubiese metido ahora, como ha hecho Ruiz Gallardón, a aprobar una legislación que nadie ha solicitado sobre el aborto, o, como ha hecho Jorge Fernández, sobre las manifestaciones callejeras, con compra de ‘camiones ducha’ incluida.
No sé cómo responderá Mariano Rajoy ante esta dicotomía; yo, desde luego, pienso preguntarle al respecto si se me da la oportunidad. Rajoy no debe gobernar ahora para los suyos, por muy abandonados que algunos se sientan ante los incumplimientos de un programa electoral al que votaron: palabra de honor que, con la legislación sobre el aborto, algunos de cuyos extremos uno hasta podría llegar a compartir, no se van a equilibrar otros olvidos o transgresiones de este programa. Aguardo, en fin, con ansia las reflexiones del presidente del Gobierno, fuente de casi todo poder, solución y acaso problema, destinatario de las esperanzas y aprensiones de tantos españoles. Como aguardo, claro está, con la expectación lógica, el discurso navideño en el que el Rey suele darnos –cuando quiere, que no es siempre– algunas pistas de por dónde van las cosas. Nos aguardan días de análisis y reflexión. Esperemos.
fjauregui@diariocritico.com
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