Lo que va de Laya a Leyen

Mi amigo ocupa un puesto destacado en Bruselas. Es un gran observador privilegiado, interesado en la política, un mundo en el que ha ocupado lugares que le permitían vigilar muy de cerca lo que ocurre. Mi amigo, cuyo nombre, conocido, obviamente no puedo dar aquí, está horrorizado por la pérdida de imagen de España en Europa. Esa Europa que no supo, pudo o quiso plantar esta semana que concluye las bases sólidas del ‘fondo de reconstrucción’, esos 750.000 millones de euros –140.000 irían a parar a España—destinados a paliar los desastres causados por el coronavirus. Y lo peor, advertía, apocalíptica, Christine Lagarde, nada menos que presidenta del Banco Central Europeo, está aún por llegar. “Nuestro país no puede afrontar lo que venga con su estructura actual; ¿cómo, por ejemplo, presentarse con alguien como Iglesias en la vicepresidencia?”.

Mi amigo es un progresista reconocido desde hace tiempo. Su puesto institucional le impide militar en partido alguno, y yo diría que se inclina más hacia una izquierda moderada. Ha escuchado, dice, demasiadas voces clave en la UE que se asombran de que España cuente en su Gobierno con alguien que, como Pablo Iglesias, solo podría aspirar a ser el Varoufakis nacional, aquel ministro de Finanzas ‘gauchiste’ griego que acabó como acabó, mientras el Ejecutivo de Tsipras tenía que virar a toda velocidad, impulsado por los ‘hombres de negro’ hacia posiciones más templadas. Sospecho que Europa no quiere más Varoufakis, que los países ‘austeros’, que en realidad son boicoteadores del fondo común, no gustan de ingresos mínimos vitales y que incluso a doña Ursula von der Leyen y a su compatriota Angela Merkel, que es la política europea más sensata y eficaz de lejos, les alarma un poco el aroma de falsa seguridad que emite el Gobierno bipartito de Pedro Sánchez. Porque España, al fin y al cabo, sigue siendo una de las potencias económicas, ya que no políticas, de la vieja Europa. Y conste que no quiero hacer juegos de palabras entre lo que va de nuestra canciller González Laya a von der Leyen.

El análisis de mi amigo no es demasiado revolucionario, desde luego: España ha de emitir en una nueva onda, de entendimiento transversal con la oposición, aunque la vicepresidenta Carmen Calvo, en sus últimas entrevistas, insista en que hay que construir una entente con los de siempre: Unidas Podemos, Esquerra Republicana de Catalunya y hasta Bildu, si se deja. La mayoría de la investidura, como si nada hubiera pasado desde el 7 de enero. Las recetas sugeridas por Pablo Iglesias en una reciente entrevista –a toda página: quién se lo iba a decir—en el ‘Financial Times’ han caído como una bomba en Bruselas: en ella, el vicepresidente español no se limita a ‘arreglar’ con perspectivas futuristas los problemas en España, sino que da recetas a Europa para sobrevivir.

En la ‘cumbre’ de la CEOE, prolongada durante toda esta semana, con asistencia de los más importantes empresarios y banqueros españoles, se ha evitado lanzar una crítica frontal al Gobierno –excepto en el caso del representante de los autónomos, Lorenzo Amor–; pero se les entendía todo, incluyendo la alarma en sus voces siempre reposadas: ellos saben mejor que nadie que de un Gobierno de la contradicción, en el que una parte trabaja y la otra grita, poco de futuro se puede esperar. Y que de esta oposición, como alicaída, que se ha dejado meter un gol por los ‘austeros’ en la UE, pues lo mismo. He percibido el aroma del desencanto impreso en las páginas de los periódicos esta semana. ¿Hacia dónde vamos, hacia dónde nos llevan? Mi amigo dice que ni en Europa, que es donde deberían saberlo antes de aflojar la bolsa, lo saben, según parece.

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