El tradicional discurso del Rey en la Nochebuena es, me parece, mucho más que un ritual. Tras el mensaje hay varios mensajes, tras la iconografía –extrañamente limitada este año a una fotografía de la selección nacional, que ganó el campeonato del mundo de futbol–, muchos síntomas. Hay, en las del monarca, palabras coincidentes con las más recientes procedentes del Gobierno, hay siempre algo de lección a la clase política y a la ciudadanía. Y hay también claves personales: el “sigo y seguiré”, que tantos comentarios está acaparando, llegaba cuando muchos rumores se habían desatado acerca de la continuidad del jefe del Estado en su puesto.
Cierto: conviene, supongo, ir pensando y preparando un relevo en la persona del Príncipe Felipe, pero no será, desde luego, en este 2011 que ya viene preñado de rumorología, de aprensiones y de pronósticos de cambio político más que suficientes. Creo, en suma, y bien que se demostró en la noche del pasado viernes, que la palabra ‘abdicación’ aquí no tiene conjugación verbal alguna, contra lo que parecen sugerir y quién sabe si desear algunos sectores, cenáculos y mentideros de la vida nacional.
Si el mensaje navideño de Don Juan Carlos es siempre –pese a las cautelas, a mi juicio a veces excesivas, que se mantienen en el texto—definitorio de una situación política y social, y sin duda hasta económica, la última sesión parlamentaria de la semana, y del año, también tuvo interesantes connotaciones. Interpreté el tristón “feliz navidad” con el que Zapatero concluyó su intervención explicativa de la reciente sesión del Consejo Europeo como casi un adiós, que también, creo, se va a demorar algo. Aunque, ya digo, rumores siempre hay para todos los gustos: que si congreso extraordinario del PSOE, que si ‘operación Calvo-Sotelo’ (renuncia del presidente e investidura de un sucesor del mismo partido), que si adelanto electoral con otro rostro al frente de la candidatura…
No sé si debemos creer en algo de todo esto, que corresponde más al bulle-bulle inquieto que agita el interior de un partido, que se sabe perdido en las encuestas, que, acaso, a una realidad. Me parece, eso sí, que son bastantes más que Sonsoles Espinosa y el misterioso amigo del presidente los que saben la decisión que Zapatero ha tomado ya sobre su destino; dicen que va a reflexionar esta semana en un par de días de asueto, pero dudo de que anuncie resolución alguna cuando, el próximo jueves, protagonice una de esas conferencias de prensa de fin de curso político que, para nosotros los periodistas, constituyen todo un acontecimiento. Todavía, contra todo consejo, es probable que José Luis Rodríguez Zapatero siga demorando y guardando para sí el que será el anuncio más importante del año 2011: cómo y cuándo lo deja, y en manos de quién.
Así que estamos abocados a una era de cambios. Lógico: las crisis económicas siempre los precipitan y, además, el cambio es el elemento motor esencial en el devenir de la humanidad. Pero ya digo: creo, desde luego, que no será ahora mismo, sino dentro tan vez de algunos meses, cuando constatemos el calibre de la mudanza que nos llega.
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