(Pedro J.Ramírez, Josep Antich, Javier Moreno. Tres casos bien diferentes en sus trayectorias y en sus relevos. ¿Mera operación del poder, de los poderes, para sujetar voces de la prensa? Lo dudo así,’a priori’. Flaco favor nos hacemos los periodistas pensando, y diciendo, que sus sustitutos son meros instrumentos de La Moncloa o La Zarzuela; cuando eso se demuestre, si se demuestra, seré el primero en lanzar la denuncia. Hasta entonces, mejor cautela y respeto a tres nombres de profesionales sin tacha)
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Relevos en La Vanguardia, en El Mundo, en El País. Y alguno más que vendrá probablemente. En todos los casos, indefectiblemente, la interpretación primera, la más epidérmica, ha sido la de que se trata de cambiar la tendencia del periódico por otra más acomodada al actual Gobierno y a la actual situación ‘institucional’. Es más: en los tres casos se ha hablado de presiones del Gobierno de Mariano Rajoy y de la Casa del Rey para que el director correspondiente fuese sustituido por una figura más cómoda para poderes e instituciones.
La verdad es que tanto en la casa del Rey como en el Ejecutivo he cosechado sendas negativas a esas presuntas presiones, que yo, personalmente, desde luego no podría demostrar. Sí diré que los medios padecen una crisis sistémica derivada de los cambios tecnológicos y económicos en todo el mundo, no solamente en España, y que en muchos medios americanos y europeos se han producido relevos de consideración, tanto en la parte profesional como en la empresarial. Algunos de ellos bien curiosos, por cierto. Y que no siempre, o casi nunca, podrían justificarse como un paso para plegarse a exigencias del poder.
Me parece que desde algunos ámbitos se han producido tiroteos injustificados contra los profesionales que han venido, o están a punto de venir, a encabezar los acorazados de papel/Internet. Conozco bien a los tres compañeros que han sustituido, o sustituirán, a los cesantes y debo decir que siento el máximo respeto por todos ellos e incluso admiración por alguno de ellos, y perdón por no citar nombres. Convertirlos ‘a priori’ en marionetas de La Moncloa o de La Zarzuela, hacer de ellos una especie de intercambio, en el que una ‘dulcificación’ del tono busca un mejor trato por parte de los poderes, puede que resulte atractivo como apuesta conspiratoria, pero es probable que se aleje de la realidad. Porque la realidad, al final, siempre se impone, desenmascara la superchería, hace que lo que se pretende causal sea, en realidad, casual. Desde luego, yo, antes de erigirme en juzgador –y menos en juez—tengo que aquilatar trayectorias, contenidos, informaciones y opiniones publicadas. No entraré, desde luego, en esa descalificación apresurada ‘a priori’, quién sabe si dictada por vendettas, rivalidades o puro desconocimiento: España, ya se sabe, es el país donde la difamación encuentra un más cómodo asiento.
Yo, en todo caso, quisiera desear toda la suerte del mundo a esos compañeros en el difícil momento que viven todos los medios, en general, y los periódicos de papel, muy en particular. Creo que la prensa, entendida en su rol tradicional de papel, sigue siendo un bien cultural imprescindible, y que para nada tiene que ser incompatible con otras modalidades de la información; cuanta más tenga una sociedad, más completa será la democracia de la misma.
Otra cosa es la autocrítica que, en cuanto que aspirantes a cuarto poder, podamos hacernos los periodistas y los empresarios de los medios. Es verdad que podrían hacerse muchas objeciones a algunas trayectorias coyunturales, quizá excesivamente, o excesivamente poco, críticas con el poder, acaso a veces injustas, tal vez ocasionalmente insuficientes. Pero, tomando todo en consideración, y sacando la media aritmética de unos y otros, me parece que el balance que presenta la trayectoria de la información española es bastante satisfactorio: de cuántas cosas no nos habríamos enterado, y seguiríamos sin enterarnos, si los medios –y hablo en general, para, de nuevo, evitar particularizar—no se hubiesen lanzado a contarlas, a diseccionarlas, a airearlas a los cuatro vientos. De manera que pienso que, gracias a esta información, será difícil que se repitan determinados casos de corrupción tanto en lo político como en lo institucional o en lo meramente empresarial. ¿No es esta, descontados accidentes ocasionales, caídas más o menos justificables, la verdadera grandeza de eso que se llama prensa?
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