Los presos de Pere Navarro

Me consta que no todos de los mil ciento dieciocho presos por delitos contra la seguridad vial merecen estar entre rejas; ir a la cárcel es una cosa muy seria, y me preocupa esa facilidad con la que el director general de Tráfico, Pere Navarro, logra que los grupos parlamentarios modifiquen el Código Penal para enviar al trullo a infractores que han conducido demasiado rápido, han bebido en exceso o se han saltado alguna regla esencial. Cierto que los reincidentes son los que pueblan las penitenciarías, pero conozco personalmente al menos dos casos en los que el encarcelamiento ha sido una medida excesiva, dictada de manera poco ponderada por un juez acaso demasiado sensibilizado por el tema. Un juez que, eso sí, ha encontrado todas las facilidades del mundo para actuar de la manera más contundente contra ese ‘delincuente’ que, al menos en los dos casos a los que me refiero, y que conozco de cerca, ni ha provocado lesión alguna a alguien ni ha causado más daños que los puramente materiales a su coche y/o al ajeno.

El fiscal que coordina la seguridad vial, Bartolomé Vargas, también parece persona muy sensible al mal comportamiento en las carreteras, algo que en absoluto –espero que nadie me entienda mal—me parece disculpable. Pero sí digo que hay una graduación de penas y castigos contra el infractor, antes de enviarle a compartir celda con delincuentes habituales contra la propiedad, traficantes de drogas, proxenetas y hasta, quién sabe, etarras. Meter a alguien en la cárcel es, ya digo, cosa muy seria, y lo que las penitenciarías no pueden ser es lugar de acogida de delincuentes menores, cuyas culpas pueden ser subsanadas con otros métodos, desde multas o trabajos por el bien de la comunidad hasta retirada de carné de conducir o confiscación del vehículo, según sea la importancia de sus infracciones. Pero la cárcel, lo que se dice la cárcel, hay que merecerla plenamente, y dudo mucho de que algunos de los 1.118 reclusos ‘viales’ que engrosan el número de población penitenciaria en España desde 2006 deba sufrir esta pena extrema de privación de libertad y de derechos civiles.

Me cuentan que Don Pere Navarro –que se enorgullece de su impericia y de su ignorancia como conductor– está feliz con los resultados obtenidos con su política represiva. Tiene sus razones para tal satisfacción: el número de siniestros en carretera se ha reducido en un cincuenta por ciento –depende de quién y cómo se haga el cómputo–. Pero la represión de las libertades y de los derechos civiles también ha de tenerse en cuenta en un Estado que se dice democrático: los resultados no justifican, ya lo dicen los garantistas, todos los métodos. Ahora, el fiscal que colabora con el señor Navarro anima a los conductores a denunciar a los “acosadores” de la carretea, a los conductores que se pegan al coche de delante para presionarle, a los que adelantan con gestos “hostiles”, a los que, aparentemente, “persiguen” a otros vehículos. Unas denuncias que pueden valer al ‘acosador automovilístico’ entre seis meses y dos años de prisión.

Me pregunto si no convendría reconsiderar un poco toda esta severidad, vamos a llamarla así para no incurrir en las iras del al parecer omnipotente legislador. Menos mal que aún quedan jueces capaces de discernir entre los conductores verdaderamente peligrosos y los que son, simplemente, infractores…mientras la inflexibilidad de Don Pere Navarro se lo permita, claro está.

2 respuestas

  1. Dura lex, sed lex.

    Por supuesto, la gradación de los delitos y la pena diferenciada en función de la gravedad es algo que ya descubrió Hammurabi cuando lo del ojo por ojo.

    Otra cosa son los jueces: los españoles son pocos, malos y demasiado escorados hacia un solo lado. ¿Todos? No, obviamente. Solo conozco a tres jueces, uno de Barcelona, otro de Valencia y otro de Madrid. El de Bcn es mediocre y vago y conoce un montón de trucos para endosarle a otro los levantamientos cuando está de guardia. El de Madrid está ya de vuelta de todo, se dedica a sus conferencias y tiene en su juzgado un retraso de narices, pero está considerado un gran juez. El de valencia es un juez como deberían ser todos: antepone la ley a cualquier otra consideración y mantiene que su trabajo es un sacerdocio al servicio de la comunidad. Dice que su independencia solo se da dentro de su tribunal y que, fuera de allí, hay demasiados intereses en la judicatura y muchos jueces buscando… mejorar desde los entresijos de quienes gobiernan.

    ¿Y Pere Navarro? El Alinghi, ganador de la Copa del América en no sé cuantas ocasiones, es un barco suizo y Suiza sigue sin tener mar. Que no conduzca es irrelevante para este asunto porque al fin lo que importa es que hay menos muertos en la carretera desde que él está. Da igual cómo se computen, pueden ser la mitad que el año pasado, el 40% o el 8%, lo mismo me da: una vida es un vida.

    La ley y su aplicación tienen un factor determinante: ser ejemplarizantes y acojonar al personal. Es harina de otro costal, pero los españoles somos los inventores del «hecha la ley hecha la trampa» y nuestra vida cotidiana está llena de renuncias al orden y a las normas desde primera hora de la mañana.

    El palo y la zanahoria: la cárcel y los puntos. Totalmente de acuerdo en los trabajos comunitarios (hemos visto a Boy George barriendo calles por conducir con el carnet caducado, a Paris Hilton entrar -y salir- de la cárcel por conducir borracha y trabajar en un comedor de indigentes…), pero no todas las penas pueden ser castigadas con este tipo de penas. La verdad es que en España se conduce mal y rápido. Te voy a proponer una prueba fácil: seguro que en los próximos días sales de vacaciones y hasta es posible que viajes en coche. Prueba a realizar todo tu trayecto sin saltarte una sola norma: vas a ver que es ABSOLUTAMENTE IMPOSIBLE porque otros conductores no te lo van a permitir: ir a 120Km/hora por la autopista es una quimera hasta por el carril derecho y si tienes que adelantar algún camión, asegúrate de que no viene nadie detrás en centenares de metros porque si no será difícil evitar que te hagan luces, te piten o te «achuchen» si decides adelantar a 120-130Km/hora.

    No soy partidario de la delación pública pero sí de la buena ciudadanía. Creo que ser ciudadano es un privilegio y conlleva unas obligaciones mínimas, entre ellas el respeto escrupuloso a la ley y el aviso a las autoridades de «cosas graves»: un incendio, un accidente, un robo, una mochila abandonada. ¿Y un conductor cabrón? También, pero hay que regularlo para evitar vendettas. Si a lo largo del tiempo diferentes conductores señalan a un mismo tip@ como temerario, las autoridades podrán utilizar este dato como un «a más a más» que dicen los catalanes.

  2. A Pascua:
    A veces es ABSOLUTAMENTE IMPOSIBLE cumplir todas las normas…porque es imposible, sin más (limitaciones de velocidad absurdas y cambiantes en un tramo escaso, mala señalización). Yo creo que este es un tema en el que las autoridades deberían limitar su, valga la rfedundancia, autoritarismo. Y lo de Pere Navarro, por muy eficaz que sea, empieza a resultar asfixiante. Y conste, claro, que yo no soy ningún loco del volante, aunque haya perdido puntos por cosas como aparcar en un arcén (hoy no está castigado con esa pérdida, pero no te los devuelven) o ir sin cinturón (en los alrededores de mi casa, en paraje solitario)

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *